Padrón es cuna de grandes
literatos que han exaltado nuestras letras gallegas: desde los primeros trovadores,
antiguos poetas del amor, como Macías o Namorado y Juan Rodríguez, hasta el
premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, sin olvidar a la gran poetisa de
nuestra lírica, Rosalía de Castro, máximo exponente del Rexurdimento de la Literatura
Galega. De esta última queda en la villa padronesa, además
de su recuerdo y de su estatua en el Paseo del Espolón, su casa -convertida en
Museo-, uno de los edificios más visitados.
En el lugar de Matanza, cerca de la estación
ferroviaria, se ubica esta sencilla vivienda de dos plantas en donde la inmortal
poeta fijaría su residencia hasta la fecha de su muerte: “Abrídeme esa ventá que quero ve-lo mar”. Esas fueron las últimas
palabras de la escritora, antes de que la negra sombra la asombrase a los pies
de su lecho. Y es que desde esa ventana, la autora de “Cantares Gallegos”
contemplaría, frecuentemente, este valle que inspiraría muchos de sus poemas,
bordeado por líneas montañosas y salpicado por pequeñas viviendas de piedra. El
mundo paisajístico rosaliano de ermitas y cementerios, campos y aldeas, gentes
y tradiciones, fuertemente unido a su sentimiento vivencial, aparece hermosamente
reflejado en los versos que hacen patente los estados del alma de la poeta y
que compuso en esta hermosa casa de aldea que nos sumerge en el misterio y el
encanto de sus últimos años, y a la que llegan miles de visitantes,
“peregrinos” admiradores de nuestra escritora. Su espíritu, su magia literaria
y su amor al terruño nos acompañan en este recorrido por el interior y el
exterior de este precioso y mágico edificio de piedra, rebosante de lirismo
intimista.
Fue dentro de sus fuertes muros en donde la hija más ilustre de
Padrón se inspiró para escribir En las
orillas del Sar, un libro de poemas dedicado a su querida tierra, y para
terminar Follas Novas.
Hoy, convertido en museo monográfico,
conserva, casi sin cambios, su estructura y distribución original. La planta
baja, llamada “O perfil dunha sombra”,
refleja la vida y el entorno que rodeó a la escritora, dando a conocer, además,
su importancia dentro del mundo cultural gallego. “O seu” es la denominación que recibe la primera planta del
edificio, una recreación fiel de esta vivienda del siglo XIX. Se mantienen,
igual que en los tiempos de Rosalía, el comedor, la lareira, el escritorio de
su esposo Manuel Murguía o la cama donde murió la escritora, además de otros
recuerdos, escritos, libros, objetos personales, fotos de la poetisa y de su
familia, muebles y elementos cotidianos que se conservan intactos en el
interior de las diversas estancias como la biblioteca, los dormitorios o la
cocina y en las que, además, se ha intentado mantener el espíritu lírico,
sentimental y nostálgico de Rosalía, sin olvidar el jardín con sus camelias y
otras especies florales.
Transformada en Casa-Museo en
1972 -gracias a la formación de un patronato en el año 1947-, en 1996 se
convirtió en la Fundación Rosalía , siendo uno
de los Museos más visitados de Galicia. En un edificio contiguo se creó el
Centro de Estudios Rosalianos, entidad dedicada a divulgar la figura y la obra
de esta gran escritora de la cultura gallega y a mantener viva su memoria.
Colindando con Padrón se
encuentra la parroquia de Iria Flavia, foco de cristianismo y capital religiosa
en tiempos lejanos, arrebatada por Compostela años más tarde. De esta forma su
antigua iglesia, de origen paleocristiano, dejó de ser catedral para
transformarse en la Colegiata
de Santa María Adina en donde se custodian los restos de una treintena de
obispos de Iria. Un conjunto de lápidas y sarcófagos nos trasladan a aquellos
lejanos orígenes. Aunque conserva una portada gótica, con una representación de
la Epifanía
en su tímpano, la mayor parte de este hermoso edificio religioso es de estilo
barroco. Las terminaciones de forma piramidal de sus torres campanario del
siglo XVI -que se pueden divisar desde cualquiera de los miradores del
municipio- le otorgan cierta singularidad al entorno y nos recuerdan a las del
Tesoro y del Claustro de la catedral de Santiago. Un peculiar atrio rodea el
templo. Allí se encuentra el emotivo
cementerio de Adina, cuyas tumbas y olivos inspiraron nostálgicos versos a
Rosalía que fueron inmortalizados en su obra “Follas Novas” y cuyo suelo
acogió los restos de la escritora hasta que fueron trasladados al Panteón de Galegos Ilustres, en Santo
Domingo de Bonaval:
“O simiterio de Adina
n`hai duda que é encantador,
cos seus olivos escuros
de vella recordazón;
co seu chan de herbas e frores
lindas, cal no`outras dou Dios;
cos seus canónegos vellos
que nel se sentan ó sol;
cos meniños que alí xogan
contentos e rebuldós;
cas lousas brancas que o cruben,
e cos húmedos montóns
de terra, onde algunha probe
ó amañecer se enterrou”.
Para conseguir este atractivo
objetivo, la primera gestión que hubo que realizar fue la de adquirir una de las
Casas de los Canónigos o Casas dos
Coengos, de finales del siglo XVIII, situadas en frente de la Colegiata y que, en su
momento, se edificaron como residencia para esos religiosos, cuando la sede iriense
gozaba de gran apogeo.
El trabajo de restauración de estos edificios respetó la
estructura original arquitectónica de todo el conjunto, constituido por varias
casas adosadas, utilizando, además, materiales autóctonos y elementos
tradicionales de la arquitectura gallega.
Hoy en día, la Fundación abarca varios de estos edificios que se
dividen en diversas estancias como las Salas de la Familia de Pascual Duarte,
dedicadas a la primera novela del escritor y en las que se muestran distintas
ediciones de esta obra y objetos relacionados con ella; la sala de La Colmena ; la Sala de las Botellas que nos
invita a contemplar unas 100 botellas pertenecientes al novelista y firmadas
por personajes relacionados con el arte y la cultura como Miró, Picasso,
Hemingway, con los que el escritor compartió su contenido; la Sala de la Novela ; la sala de la
revista de Papeles de Son Armadans; la sala de los Libros de Viajes, uno de los
géneros literarios más importantes que cultivó; las Aulas de poesía de
postguerra de García Nieto que acogen el legado de este poeta; las Salas
dedicadas al Ayuntamiento de Madrid y destinadas a los actos del homenaje que
esta ciudad le rindió en 1991 con motivo del Premio Nobel de Literatura; no
podía faltar la Sala
de Galicia, dedicada a escritores gallegos y obras literarias sobre esta
tierra; el recibidor de los cuartos de baño que muestra una colección de
orinales de porcelana; la Sala
de Literatura; la Sala
de Medallas; la Sala
de Ediciones; la Sala
del Rey; la Sala
del Nóbel; el Despacho del Presidente, sala personal de Cela; el Comedor; la Hemeroteca ; además del
Paraninfo y la sala para investigadores.
Siendo Cela nieto de un
ferroviario, en él creció una devoción especial por los trenes. “Nací a orillas de la vía del tren y en una
familia que llevaba ya dos generaciones de ferroviarios; (…) A nadie debe
extrañar que me sienta y proclame ferroviario; es más que probable que los
nacidos en tiempos del ferrocarril de carbón estemos románticamente intoxicados
de humo, lo que no entiendo como una desgracia sino como un galardón.” (CJC
“Memorias, entendimientos y voluntades”,1993).
Así, en el año 1999, la Fundación inaugura el Museo
Ferrocarrilero John Trulock -dedicado al abuelo materno del escritor que
dirigió la primera vía férrea gallega-, en el que se expone un fondo
documental, gráfico y objetos tales como faroles de estación, relojes, aparatos
telegráficos y telefónicos y maquinaria relacionada con el funcionamiento de
una estación de ferrocarril, maquetas de locomotoras y demás elementos
vinculados con este atractivo medio de transporte. Además, en los jardines de la Fundación , podemos
contemplar dos locomotoras del siglo XIX -denominadas “La Sarita ” y “La Sestao ”- junto con la fiel
reproducción del andén de una estación antigua. También destacan un viejo coche
y un carro para apagar incendios.
La Fundación será la
manifestación del amor que el Premio Nobel sentía por Galicia, la tierra que lo
vio nacer. Así lo manifiesta con estas palabras: “Entre estas paredes de piedra (…) queda la huella de cuanto he podido
hacer a lo largo de mi ya no breve existencia, y pudiera ser que con mejor
voluntad que oportuno acierto, y hoy (…), se hace realidad mi sueño de devolver
a la tierra gallega todo cuanto me dio y que es la fehaciente muestra, la inequívoca
señal de que he vivido”.
Las casas de los Canónigos han
sido catalogadas como monumento histórico de carácter nacional, lo que les
confiere la declaración de Bien de Interés Cultural. No hay ni que decir que se
han transformado en un rico y relevante centro intelectual, encargado de
conservar todo un ingente patrimonio artístico y literario de importante valor.
Abandono Padrón, sumergida en recuerdos
rosalianos y jacobeos que me ayudarán a sentir y comprender mucho mejor la
lírica de la autora de “En las orillas
del Sar” y la ingente y diversa obra de nuestro Premio Nobel. Un recorrido
por este singular conjunto se convierte en una perpetua referencia a las
palabras y a los versos de sus insignes literatos. Sus jardines, sus pazos, sus
iglesias, sus paisajes…. fueron una abundante fuente de inspiración para
Rosalía, para Macías o para Cela. La comarca del Sar ha querido responder al
cariño manifestado por estos grandes literatos, rindiéndoles un homenaje a
través de sus esculturas y de sus museos que mantienen vivo todo su legado.
“¡Viva España y La Coruña ,
y los pimientos de Herbón!
¡Que
viva el celta de Vigo
Y
don Jorge Guasintón!
¡Vivan
la mar y sus peces
y
viva también Padrón!
¡Vivan
los quintos de Noya
y
los de Corcubión!
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