Una de las ciudades gallegas a la
que le tengo un especial cariño, aparte de Santiago de Compostela y Ferrol, es
Lugo. Su pequeño tamaño, la familiaridad y la tranquilidad que se respira por
sus espacios y sus calles, su vieja y atractiva trayectoria histórica, sus
arquitecturas y su arte son rasgos y elementos que siempre me han seducido. Es
por ello que, como homenaje a esta gran ciudad con un inmenso y crucial
significado histórico, he querido compartir, con todo aquel que quiera leerla,
esta modesta crónica sobre esa urbe, especialmente, sobre su muralla.
Cualquiera que conozca algo sobre
el devenir histórico de esta capital de provincia gallega, sabe que Lugo es una
ciudad histórica, pequeña, hermosa y agradable que ha sabido convertir la
grandiosa muralla que la abraza en un elemento fundamental en el desarrollo de
su paisaje urbano. Este gran
conjunto artístico, símbolo por excelencia de la ciudad y testigo de su pasado,
invita, a todo aquel que se acerque, a perderse por su casco antiguo, a
realizar un recorrido por su adarve y a acogerse a la hospitalidad de los
lucenses.
Los inicios de una urbe eterna.
Es posible que el nombre de Lugo
proceda de una divinidad indígena que se veneraba en esa zona, llamada Lugh; o bien provenga de Lucus, un bosque sagrado. Pero de lo que
no cabe duda es que la ciudad de Lucus Augusti fue, junto a Astúrica y Brácara,
uno de los tres centros de influencia romana en el noroeste peninsular. Se
fundó entre los años 15 y 13 a .C.,
por Paulo Fabio Máximo, legado de Augusto, dentro de una situación beligerante,
cuando las guerras cántabras estaban en pleno desarrollo, impulsadas por los
romanos para lograr la conquista del noroeste de Hispania.
Su origen, pues, hay que situarlo
en un asentamiento campamental que realizaba labores de vigilancia sobre el río
Miño. Una vez que dejó de cumplir esa función, empezó a entrelazarse la
urdimbre de una distribución urbana y, junto con ella, la historia de una
ciudad. El emperador Augusto la nombró capital del convento jurídico en la
periferia del Imperio romano. Se convertirá, así, en un gran foco propagador de
romanización, en un centro del que partirán las más importantes vías de
comunicación terrestre, en un núcleo socioeconómico, comercial, administrativo
y político de gran trascendencia y en la primera urbe y la más antigua de
Galicia.
La ordenación de sus primitivas
vías y de su foro; el trazado de las calzadas, con sus pórticos a un lado y
otro de la calle para protegerse de las inclemencias climáticas y para el
desarrollo de actividades comerciales y artesanales; la construcción de
edificios públicos -como las termas- y también privados –algunos con estancias
decoradas con pinturas murales y mosaicos-; un sistema de drenaje y abastecimiento
de aguas por medio de un acueducto, pozos, canalizaciones y la construcción de
su impresionante recinto amurallado, a finales del siglo III d.C., el elemento
más admirable y singular de Lugo, son suficientes muestras que la elevan a la
categoría de ciudad antigua, eterna y monumental.
Será en pleno siglo IV, cuando
Lucus Augusti alcance la cima de su desarrollo urbano. Poco tiempo después, en
el siglo V, muchas construcciones son destruidas o bien abandonadas,
posiblemente por la llegada de varios pueblos foráneos, a lo que hay que añadir
la crisis política del Imperio.
Más tarde, alrededor del siglo
VIII, Lugo sufrió un total abandono. Pero su condición de sede episcopal y su
situación como lugar de paso del Camino de Santiago ayudaron a que, en el siglo
XII, se produjese un crecimiento destacado de este espacio geográfico.
El devenir de una muralla.
La vetusta capital de esta
provincia del norte de Galicia puede enorgullecerse de conservar, casi intacto,
su recinto amurallado. Excepto algunas modificaciones -como la inauguración de
nuevas puertas-, el resto son pequeños cambios: la construcción de un baluarte
angular en el siglo XIX, la apertura de varias troneras en algunos cubos,
durante las guerras carlistas, o la consolidación de sus muros a lo largo de
las etapas medieval y moderna.
De las diez puertas que, actualmente, tiene
abiertas la muralla -y que, junto con los cubos, se han erigido en unos de sus
elementos más singulares-, cinco de ellas son de fábrica romana y las restantes
son de factura moderna y contemporánea. Su función era la de facilitar las
comunicaciones que el crecimiento urbanístico de Lugo exigía. A todas ellas,
tanto a las originales como a las nuevas se les imprimía de una cualidad
diferenciadora y monumental -por ser la imagen de una ciudad que recibía a los
forasteros- con el empleo de materiales constructivos de mejor calidad, el uso
de algún elemento decorativo y la construcción de torres que las flanqueen de
mayor tamaño que las restantes. De lo
que no cabe duda es que la muralla ha sabido mantener su diseño totalmente
romano.
Los más de dos kilómetros de
perímetro de este cinturón pétreo forman el conjunto mejor conservado de la Península Ibérica ,
dentro de su género. Su planta de elipse imperfecta, compuesta por lienzos
rectos o algo curvados y cubos semicirculares intercalados de trecho en trecho,
que se manifiestan hacia el exterior,
constituyen un auténtico conjunto
defensivo, de singular monumentalidad, construido en plena época del Bajo Imperio Romano, en
previsión de posibles ataques, teniendo en consideración la inestabilidad
social y política que se vivía en aquel momento.
A este complejo sistema lo
precedía un foso y un intervalum o espacio interno, paralelo a la
fortificación, que lo separaba de las edificaciones más cercanas. Conservó esta
función defensiva hasta mediados del siglo XIX, función que se complementó, con
el paso de los siglos, con otras diferentes, como mantener cierto microclima
que favoreciese la habitabilidad de la ciudad. Era y es, también, zona de paseo
para sus habitantes.
Ya en el siglo XVIII, el Capitán
General del Reino de Galicia ordenó que no se debía molestar a los paseantes
que recorrían el adarve de la muralla con el humo procedente de las chimeneas
de las casas cercanas. Asimismo, impidió la evasión de impuestos o la entrada
de personas -ya que si estuviese en condiciones ruinosas, se podrían
introducir, de manera fraudulenta, productos que tenían que tributar en
cualquiera de las puertas de entrada a la ciudad.
Realizó, igualmente, una función
religiosa: la Porta Nova , la Miñá
y la de San Pedro albergaron
capillas, convirtiéndose en lugares sagrados. Y no olvido que algunas de sus
torres realizaron funciones de vivienda, heredando su antiguo uso como estancia
defensiva. Según los datos documentales y arqueológicos disponibles, el número
de cubos se fija en 85.
En sus torres, con una altura de
dos pisos, que se elevaban sobre el adarve, se abría una línea de cuatro
ventanas con arcos de medio punto. Así lo atestigua uno de los cubos de la zona
de A Mosqueira. Después de las tareas
de restauración y limpieza, realizadas en los años 70 del siglo XX, hoy en día,
podemos apreciar 71 cubos, algunos de ellos incompletos.
Se accedía a las torres por medio de unas escaleras, que
responden al tipo de doble ala, encajadas en la base maciza de esas
construcciones. Es posible que todas las torres estuviesen cubiertas por una
combinación de tejas planas y tejas curvas, o bien por una techumbre de madera
o una cubierta hecha de material vegetal de paja o de colmo. De todas formas,
las mejoras realizadas en los muros, a lo largo del tiempo, modificaron el
aspecto original de algunos de los cubos.
A pesar de haber sido declarada
Monumento Nacional en el año 1921 y, en noviembre del 2000, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO -reconocimiento que
avala todos sus valores-, su recuperación es, en cierto modo, reciente; pues en
la década de los 70 del siglo XX, todavía existían edificaciones adosadas a su
pared exterior, debiendo proceder a su derribo. La demolición de las
construcciones permitió averiguar que éstas usaban la muralla como paramento y
espacio habitacional. Será en el año 1986 cuando comience a ordenarse la
actividad arqueológica de la antigua ciudad romana y cuando se lleven a cabo
actuaciones que se dirijan hacia una puesta en valor total del recinto
amurallado.
Continuará……
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