jueves, 20 de septiembre de 2012

Betanzos de los Caballeros (I)

Antigua, pequeña, histórica y hermosa ciudad. Quien ya la conozca y la sienta puede disfrutar con la evocación de sus momentos, con la armonía de sus espacios y con las realidades estéticas y tradicionales. Quien la desconozca puede experimentar ahora el placer de adentrarse y descubrir una de las más bellas y especiales ciudades de Galicia.


“A Cidade dos Cabaleiros”, donde el pasado es riqueza histórica.
“Esta vieja y venerable urbe –la Brigantium del Itinerario de Antonino- es, en múltiples aspectos, el centro principal o cabeza de las Mariñas llamadas “dos Condes”, comarca ubérrima y extraordinariamente pintoresca, fertilizada por poéticos ríos –entre los que sobresale el Mandeo, famoso por sus jiras a los paradisíacos Caneiros- y enjoyada con una gran riqueza histórica, etnográfica y monumental, legítimo orgullo de naturales y admiración de extraños” (Francisco Vales Villamarín, “Bosquejo histórico de Betanzos de los Caballeros”).

He perdido la cuenta de las veces que visité esta  villa monumental, capital indiscutible de la comarca de las Mariñas, apiñada sobre una colina al fondo de la ría que toma su nombre y abrazada por los ríos Mendo y Mandeo. Han sido innumerables las ocasiones en las que deambulé por su núcleo urbano de angostas calles adoquinadas y entrecruzadas callejuelas empinadas de resonancias gremiales, en las que contemplé sus plazas llenas de belleza,  en las que admiré su notable arquitectura, en las que me empapé de infinidad de emociones en cada uno de sus rincones, o en las que me sumergí en el contexto de sus arraigadas fiestas marcadamente religiosas y populares. Todos estos elementos, físicos e intangibles de su pasado y de su presente, son motivos más que suficientes para conocer y disfrutar la vieja ciudad de Betanzos.
 
 
Mis añorados recorridos por diversas poblaciones y urbes gallegas -y de otras comunidades españolas-  me han enseñado que cada ciudad, cada pueblo o cada aldea es el producto de unas circunstancias propias que le otorgan una personalidad diferente a la de otras poblaciones. Betanzos es, evidentemente, una de esas villas con un componente cultural e histórico, y con un gusto marcadamente costumbrista, que la hace ser distinta.

Para algunos historiadores, en esta pequeña villa se había establecido la antigua Brigantium, citada en el Itinerario romano de Antonino. Según la historia fundacional, el núcleo primitivo de Betanzos surgió en el extremo del Puente Viejo, situado extramuros, concretamente en la parroquia de San Martiño de Tiobre, también conocido con el nombre de “Betanzos Vello”. Es aquí, al otro lado del río Mandeo, donde se ubica el vetusto puerto de la ciudad, y un importante punto de comunicaciones. Por ahí pasa el camino inglés que, procedente de Ferrol, se dirige hacia Santiago.
 
 
Nacida como burgo a comienzos del siglo XIII, por motivos estratégicos, el rey Alfonso IX le otorgará el emplazamiento actual, en lo alto de la colina, sobre el castro de Unctia, produciéndose el consiguiente traslado de la población desde “Betanzos o Vello”, hasta el nuevo asentamiento. A partir de aquí, se fue extendiendo el caserío y desarrollando la villa, gracias al impulso del comercio de la madera, de los cereales, del vino y de la sal y a la gran importancia de su puerto durante los tiempos medievales, lo que provocó varios conflictos con su vecino coruñés.

La historia de Betanzos estuvo marcada por el destacado linaje de los Andrade, tanto en acontecimientos favorables como en momentos violentos. El rey Enrique IV le otorgó la categoría de ciudad como reconocimiento por la lealtad demostrada ante los conflictos ocasionados por la nobleza durante el siglo XIV. Más tarde, entre los siglos XV y XVI, la villa logró su mayor esplendor, hasta el punto de que las más destacadas familias gallegas se establecieron en ella. De ahí procede su denominación como “Cidade dos Cabaleiros”.
A raíz de la división provincial ordenada por los Reyes Católicos, Betanzos fue nombrada, en el XVI, capital de la provincia de una de las siete del Antiguo Reino de Galicia. Mantuvo esa capitalidad hasta que se realizó la nueva división provincial actual en el siglo XIX.

Estuvo defendida por una muralla, construida durante la época de los Reyes Católicos, pero de la que se ha conservado muy poco. Llegó a tener cuatro puertas  y un postigo que, aún durante el siglo XIX, seguían cerrándose. De esas cuatro puertas, han llegado tres hasta nuestros días: la Puerta Vieja, la Nueva y la del Cristo que se abre hacia el antiguo barrio de marineros y pescadores. Es reseñable que hasta la década de los años 60 del siglo XIX, se hayan mantenido fielatos o alcabalas, cuya función, junto a las puertas de las murallas, o en los puentes, era la de cobrar la contribución por el paso de las mercancías al interior de la ciudad.
 
 
 
Con el transcurrir de los siglos, la villa ensanchará estas puertas, sobrepasando la muralla que la ciñe, y se irá extendiendo en espacios, parroquias, en núcleos urbanos y rurales, en barrios -intramuros unos y extramuros otros-, como el de las Cascas, el de San Francisco, el de la Magdalena, el popular y viejo barrio de pescadores y marineros de la Ribera, cerca del puerto que, al perderse la navegabilidad de la ría, por los aportes fluviales del Mendo y el Mandeo, ha perdido, también, poco a poco, ese carácter que lo definía. En dirección sur, entre fértiles huertas y viñedos, se sitúan los barrios de agricultores de la Cruz Verde, el de la Fuente de Unta o la Cañota. Y es que Betanzos nunca ha perdido el carácter de villa labriega, productora de magníficos frutos hortícolas y de su popular vino que se cultiva desde la época de los romanos. Ha sabido aprovechar las especiales condiciones microclimáticas para elaborar un vino que se puede degustar en sus variadas bodegas y ancestrales tascas que siguen colocando, muchas de ellas, el tradicional ramo de laurel en la puerta, indicador de que ahí se vende la afrutada bebida artesanal de cosecha propia.

La Plaza del Campo, donde el espacio es vida.
Pero el centro social de Betanzos lo preside el amplio espacio del “Campo de la Feria”, fuera de la antigua muralla, un punto adecuado para comenzar el recorrido por esta cautivadora ciudad. Es el lugar donde se celebraba ese tradicional evento de carácter ganadero y agrícola. La Puerta de la Villa, ya desaparecida, era el elemento que comunicaba este centro mercantil con la ciudad.
 
 
A partir de la Edad Moderna, el denominado Campo de la Feria se fue convirtiendo en un ámbito más noble en donde se construyeron bellas viviendas con soportales y galerías para las clases sociales acomodadas, así como destacados edificios públicos. Y es que al pasear por Betanzos, no sólo nos sumergimos en remotas épocas medievales, sino que también nos trasladamos a otros tiempos más cercanos, con construcciones que van desde el estilo renacentista hasta el modernismo.


Así, en la misma plaza, junto a la desaparecida capilla de San Roque, se levanta el convento de Santo Domingo –uno de los edificios más emblemáticos de Betanzos-, cuya iglesia guarda la imagen de aquel santo. De estilo Renacentista-Barroco, esta iglesia y convento, además de albergar la Biblioteca Municipal, se ha convertido en el Museo de las Mariñas, un centro multidisciplinar que nació con el objetivo de dar a conocer la historia, el arte y la antropología de la cultura brigantina y de su comarca, y que alberga piezas arqueológicas, una colección pictórica, además de secciones sobre historia, antropología, etnografía, junto con una exposición dedicada al traje regional gallego.
También en esta plaza se sitúan el Colegio de Huérfanas y el Hospital de San Antonio de Padua, construido este último para atender a peregrinos y enfermos de la villa y que hoy acoge la sede del Juzgado.
 
 
Pero el edificio más relevante de esta emblemática plaza es el Archivo del Reino de Galicia. Fue mandado edificar por Carlos III, en el siglo XVIII, para albergar toda la documentación del Reino. Se trata de un majestuoso y amplio edificio neoclásico, de cantería, con planta rectangular, de dos alturas, siete naves abovedadas y con una escalera exterior ante su puerta de entrada. También es conocido con el nombre de “Edificio Liceo”, por haber sido sede de esa sociedad. Su presencia dotará de mayor grandiosidad, si cabe, a todo este entorno.
 
 
A pesar de que estas solemnes construcciones fueron destinadas a asumir funciones concretas, la mayoría de ellas han estado marcadas por una profunda desorganización y un caos, especialmente el Edificio del Archivo. Desde su conclusión, esta majestuosa obra arquitectónica ha sido objeto de una discutida polémica; pues una Real Cédula ordenaba que el archivo continuase en A Coruña. Despojado del fin para el que fue levantado, se decidió que semejante construcción tenía que ser aprovechada para cubrir otro tipo de necesidades.
El historiador Martínez Santiso dejó expresado el devenir de esta arquitectura con las siguientes palabras: “Acaso este edificio sea el único fabricado en España expresamente para archivo; pero por una de tantas aberraciones y anomalías que en nuestra patria suceden, sirvió para todo menos para el objeto a que fue destinado; sirvió de cárcel, cuartel, de almacén, de caballerizas, de oficina, de escuela de primeras letras, de lugar de recreo, de habitaciones particulares, de hospital provisional, de granero y de alhóndiga, de local de espectáculos y hasta en él hubo instaladas tabernas; más nunca llegó ni aún a intentarse la traslación del archivo a tal edificio.”
Esta diversidad funcional, ha hecho que el Edificio del Archivo, durante sus más de 200 años de vida, haya pasado por diferentes fases y formas culturales de ser entendido y utilizado. Actualmente, esta espléndida construcción se usa para el desarrollo de diversas actividades, albergando salas de exposiciones y un auditorio, además de acoger algunas de las dependencias municipales. Pero lo que sí está claro es que su función originaria ha pervivido en su nombre, pues se le sigue llamando el Edificio Archivo.
 
Con todas estas simbólicas obras arquitectónicas, la plaza se transforma en un ámbito trascendental de encuentro social, artesanal, religioso, comercial, administrativo y sanitario de la villa.

A partir de mediados del XIX, se plantean proyectos estéticos, de pavimentación y de ordenación. Entre ellos, destaca la fuente de Diana cazadora del siglo XIX -de estilo versallesco y que es una copia de la Diana del Louvre-; la construcción del palco de la música, en donde los fines de semana, la orquesta interpretaba sus melodías, deleitando con sus notas a las parejas de bailarines y a los paseantes; o la colocación de la estatua de los hermanos Naveira, los indianos benefactores de esta villa que le ha dado otra denominación más a la plaza: “la Plaza de los Hermanos García Naveira”.
 
 
 
Con éstas y otras transformaciones, la también llamada Plaza del Campo sigue siendo, hoy en día, el centro neurálgico de Betanzos, un espacio bullicioso de convivencia social, festiva y cultural. De ella parten, también, los típicos callejones de la villa en los que, a lo largo de los años, se han establecido sus populares mesones con solera. Los soportales, en donde antiguamente se establecieron diversos artesanos, sirven, hoy en día para acoger las concurridas terrazas de hostelería desde las que podemos observar este magnífico espacio abierto, rebosante de vitalidad, lugar de encuentro e importante centro comercial.

La Plaza de la Constitución, donde duerme el alma de la ciudad.
Desde la plaza de los hermanos García Naveira, nos adentramos en el casco histórico de la villa.

La primera parada es la antigua Plaza del Castro que, después de varios cambios en su denominación, a lo largo de estos últimos años, ha terminado por llamarse Plaza de la Constitución. Situada en lo alto de la colina, en ella se erigen construcciones nobiliarias como los pazos de Lanzós, el de Bendaña, de estilo gótico; el edificio de estilo modernista de los Núñez, en donde se estableció la primera banca y casa comercial de la ciudad, hoy convertida en el Centro Internacional de la Estampa Contemporánea -centro artístico que goza de prestigio internacional-; la Iglesia de Santiago que, aunque su primitiva construcción es del siglo XI, la mayor parte de este templo pertenece a los siglos XV y XVI. A pesar de que a comienzos del XX, su fachada mayor fue sometida a una reconstrucción en la que se elevaron las dos torres que hoy contemplamos, esta obra ha sabido conservar sus rasgos góticos, un bello pórtico con arquivoltas, dedicado al apóstol, y el retablo renacentista de Cornelis de Holanda en la Capilla del Arcediano, además de sepulcros medievales y de la torre municipal del reloj que se anexionó en el siglo XVI.
También aquí se sitúa el edificio neoclásico dieciochesco del Ayuntamiento, realizado en cantería.
                                                         Pazo de Bendaña

Pazo de Lanzós
 
Centro Internacional de la Estampa
                                                   Interior del Centro Internacional de la Estampa
 
                                                   Iglesia de Santiago
 
Desde esta plaza se organiza gran parte del conjunto espacial urbano por medio de un entramado de calles estrechas que descienden hacia el resto de la vieja ciudad; todo un apacible remanso arquitectónico de solitarias callejuelas flanquedas, la mayoría, por pintorescas casas con sus galerías y coloridos balcones de madera o con algún que otro pazo, como el neoclásico de Taboada.

El Campo de la Feria y el casco viejo de la villa betanceira, conectados ambos por calles comerciales, forman dos espacios de contraste dentro de este conjunto urbano irrepetible.

La Plaza de Fernán Pérez de Andrade, donde el silencio es arte.
Aunque a Betanzos le ha tocado sufrir alguna importante pérdida en sus monumentos, por suerte, ha podido y ha sabido conservar espléndidas obras de arte religioso como el Santuario barroco de las Angustias, el de Nosa Señora do Camiño, o la iglesia de las Agustinas Recolectas.
                                                          Iglesia de las Agustinas Recolectas
 
Pero dentro de este importante patrimonio cultural, considero como el rincón con más encanto de la villa la plaza de Fernán Pérez de Andrade, “o Bo”, formada por dos joyas arquitectónicas que comparten protagonismo, como son la Iglesia de San Francisco, de una espectacular belleza –pienso que se trata de uno de los templos más interesantes e importantes de Galicia- y la de Santa María do Azougue. Los dos edificios, declarados BIC (Bien de Interés Cultural), son de obligada visita para cualquier viajero, curioso o visitante que se dirija hasta Betanzos.
En esta plaza se conjuga  a la perfección el arte religioso de ambas obras medievales con la arquitectura popular de las viviendas de coloridos balcones de madera que se asoman a ella y en los que es fácil contemplar unas amarillas mazorcas de maíz puestas a secar o la ropa blanca tendida al sol.
 
 
La iglesia conventual de San Francisco, del siglo XIV -aunque el monasterio fue fundado en el siglo XIII y llegó a acoger un centro de estudios humanísticos y teológicos-, ha sido reconocida como la mejor muestra gallega de gótico mendicante franciscano. De hecho, es Monumento Nacional.
 
Erigido por Fernán Pérez  de Andrade, este luminoso templo albergaría sus restos y los de algunos miembros de su linaje. En la actualidad, el célebre sepulcro de Fernán Pérez lo podemos admirar a los pies de la iglesia. Se trata de uno de los monumentos funerarios exentos, de estilo gótico, que más fascinación me ha producido siempre. Francisco Vales Villamarín, el gran intelectual e historiador de Betanzos y de su comarca, se refiere a él con las siguientes palabras: “El sepulcro del primer señor de los estados de Andrade pertenece al último cuarto del siglo XIV y es, en opinión del eminente arqueólogo y académico Don José María Luengo(…), uno de los monumentos funerarios más bellos que produjo el arte gótico en España. (…). La creación es verdaderamente original, y de ella se han ocupado con encendido elogio, en diversas publicaciones, nacionales y extranjeras, muchos de los que tuvieron ocasión de conocerla”.
 
 
Esta magnífica obra se levanta sobre las figuras de un oso y un jabalí, los dos animales simbólicos del linaje de los Andrade. Sus relieves hacen alusión a la afición que por la cacería tenía Fernán Pérez, cuya estatua yacente representa al caballero vestido con la armadura. Pero no sólo el sepulcro merece una visita a este templo de nave única y con espléndidos ventanales apuntados. Los tímpanos de sus puertas, el arco triunfal central y sus capillas son elementos que también justifican su atención.

La otra iglesia parroquial, la de Santa Mª do Azougue, originalmente románica, responde, igualmente, al estilo gótico de entre los siglos XIV y XV. Debe su nombre al mercado o zoco que tenía lugar en su atrio. Conserva, en su interior, los restos de un retablo hispano-flamenco que representa los misterios de la vida de Cristo y de la Virgen. En su exterior, además del hermoso rosetón y de un sencillo campanario en un lateral, destacan sus portadas en las que se representan los temas de la Anunciación y la Adoración.
 
 
Hasta aquí este primer recorrido por la histórica y pequeña ciudad de Betanzos. Pero Betanzos tiene más arquitecturas para visitar, más itinerarios para disfrutar y más cultura por conocer. Pero eso será en la siguiente entrega….

2 comentarios:

  1. Me alegra mucho que hagas este magnífico recorrido por mi ciudad natal, y también que recuerdes su bonito nombre de BETANZOS DE LOS CABALLEROS.
    Es una lástima que su Globo único y maravilloso no sea más publicitado en toda Galicia y en toda España, por su complejidad, belleza y antiguedad.
    Del mismo modo, el Ayuntamiento o quien corresponda, deberían encabezar una moción para que la ciudad recobre ese nombre compuesto - De los Caballeros - que la distingue desde tiempos inmemoriales, como parte de sus historia!
    Enhorabuena por tu idea y muchos saludos,
    Teresa

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  2. Muchas gracias por tus palabras y por dedicar parte de tu tiempo a leer mis trabajos. Estoy totalmente de acuerdo contigo en la recuperación de su nombre original que le otorga, si cabe, más distinción, prestancia y carisma del que ya, de por sí tiene esta magnífica población, y que esconde, además, gran parte de su esencia histórica,cultural y artística.

    Agradezco, de nuevo, tu interés por leer mi blog que, desde hace un tiempo, lo tengo muy abandonado. En cuanto pueda, intentaré actualizarlo otra vez, añadiendo nuevos trabajos.

    un saludo desde Valdoviño

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