domingo, 11 de marzo de 2012

Cedeira, tierra de mar (I)


El sol languidece tras la inmensidad atlántica. El océano mítico y desafiante, que estrecha una costa abrupta, se funde con el firmamento. Entre los acantilados que sostienen la salvaje Serra da Capelada, luces legendarias y misteriosas cubren Teixido. Un conjunto de parajes de hermosura inigualable se ilumina en la noche reflejándose en el espejo de la ría. Cedeira, una de las localidades marineras más bellas de la costa norte coruñesa, cautiva por el atractivo de sus cercanos paisajes casi infinitos, por su casco antiguo que, todavía, conserva reminiscencias de un origen medieval y por su apacible ensenada con aguas de un azul intenso, el cristal en el que Cedeira se mira. Inicio, así, la primera parte de un nuevo reportaje, en Cultura y Paisaje, sobre la villa coruñesa de Cedeira, y que tendrá continuidad en próximas entregas en este blog.

La ría serena.
Sería muy difícil imaginar Galicia sin mar, sin esa relación tan personal que mantiene con él. Un mar de aguas enfurecidas que golpean con rabia los cantiles y las naves, pero también de aguas mansas que se entregan pacíficamente a las rías.
A pesar de que las Rías Altas gallegas no son tan conocidas ni tan frecuentadas como las Rías Baixas, de lo que no cabe duda alguna es de que las primeras, caracterizadas por una belleza natural propia, se han convertido, afortunadamente, en un extenso enclave paisajístico, lleno de contrastes, cada vez más valorado y estimado.

La sugerente ría de Cedeira es la más pequeña de esas Rías Altas, un rincón sorprendente situado al pie de la “Serra da Capelada”. Se trata de una obra irrepetible de la naturaleza que nos ofrece, en cada momento del día, mil y un matices inolvidables que descubriremos en sus impresionantes acantilados verticales, en su serena y abrigosa bahía, en magníficas playas, en hermosas calas como la de Cerdeiras, Miseñora o Sonreiras… La resguardan el cabo Chirlateira y punta Candieira, desde donde podemos contemplar toda la infinitud atlántica.

Posiblemente sus antiguos pobladores, los lapatiancos estaban fascinados con estas tierras de destacados contrastes paisajísticos que los acogieron. Más tarde, los romanos decidieron bautizarlas con el nombre de Tierra de Cetaria, haciendo alusión, seguramente, a antiguas cetáreas y pequeñas radas o bien a los mismísimos cetáceos que se capturaban en su costa, para pasar, por evolución fonológica, durante la época medieval, a denominarse Cedeira.

Desde Ferrol, tomo la carretera hacia esta villa atlántica. A su paso por el vecino municipio de Valdoviño, el paisaje empieza ya a seducirnos y a conmovernos, seducción que alcanza su cénit cuando llegamos al arenal de Vilarrube y al estuario de Loira. Y es que en la orilla opuesta ya podemos contemplar la localidad de Cedeira como si de una postal se tratase.
A medida que nos acercamos a esa hermosa población marinera -entre las más turísticas del litoral norte coruñés-, tenemos que rendirnos ante la magnífica belleza natural conformada por su ría y por una costa con altos y agrestes acantilados, vigilado todo este conjunto paisajístico por las sierras de Eixil y de A Capelada.

En esas mismas aguas, salpicadas por la blanca espuma, “as Pedras do Medio Mar” vigilan con su presencia silenciosa todo lo que sucede en este privilegiado entorno, conocedoras, además, de quién sabe cuántas historias marineras.

A pesar de que parte de este espacio costero se ve ya afectado por la extensión de la especulación del cemento y del ladrillo, todavía podemos disfrutar de zonas vírgenes en el entorno y los aledaños de la ría que desconocen esa lacra urbanística. Una ría y una villa marinera conocidas por sus playas, como la de A Magdalena, el principal arenal, situado en el mismo pueblo, junto a la desembocadura del río Condomiñas, un cauce fluvial que, después de partir de la Serra da Capelada, se va
ensanchando a lo largo de su recorrido, hasta su desembocadura en el mar, no sin antes haber atravesado la localidad bajo sus tres puentes.

La playa de A Magdalena es una de las más concurridas de los alrededores. De arena blanca y suave, resguardada de los vientos y con aguas tranquilas, forma una apacible ensenada, en donde fondean embarcaciones de recreo que recorren esta ría, principalmente, en la época estival. Está rodeada, además, por un paseo marítimo en donde se combinan los pinares con áreas de descanso.

Siguiendo el tramo acantilado que bordea esta costa septentrional, se esconde la pequeña cala de “Mi Señora”. A continuación aparece Punta Robaleira, el lugar escogido para erigir un sencillo faro que ilumina la entrada de los barcos al puerto de Cedeira.

Un poco más allá, la playa virgen de Vilarrube, al fondo de la ría, en la desembocadura del río Porto do Cabo, nos ofrece su hermoso conjunto dunar y sus transparentes aguas. Todo aquel que haya estado por estos parajes lo reconocerá como uno de los rincones paisajísticos marítimos más bellos, suaves y gratos de las Rías Altas gallegas, en donde ni el urbanismo ni el asfalto han hecho mella en él.
También la tranquila playa de Arealonga, entre el puerto de abrigo de Cedeira y la lonja, es otro de los arenales que salpican esta ría, alteradas sus aguas sólo por el vaivén de las pequeñas embarcaciones que allí fondean.

La pequeña ría cedeiresa incita al marisqueo y a la pesca. Presume, además, de ser una de las más ricas en biodiversidad. La puesta en marcha de una estación depuradora ha ayudado a la mejora de su calidad. Recorrerla es una delicia para los sentidos. Sus aguas, unas veces procelosas y otras sosegadas, su luminosidad, sus arenales… hacen de ella una ría con personalidad propia.

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