martes, 3 de abril de 2012

Castillos medievales de Galicia, fortalezas de contiendas y piedra (V)

De Ribadavia a Maceda.
Dentro de este recorrido por las fortalezas medievales de Galicia, mis pasos me llevan, ahora, a Ourense, concretamente hasta la encantadora villa de Ribadavia, emplazada entre colinas de viñedos. Ribadavia fue una importante referencia para la historia de Galicia, ya que, aquí, el rey don García, en el siglo XI, estableció su corte.
Pero no sólo ha tenido un papel relevante por ese hecho y por ser la capital histórica de O Ribeiro, sino también por poseer una de las más importantes juderías de la Península Ibérica, un verdadero tesoro arquitectónico medieval, declarado Monumento Nacional, y cuyo entramado urbano, todavía, lo podemos disfrutar, recorriendo su barrio judío y visitando algunos de sus emblemáticos edificios históricos como la Sinagoga o la Casa de la Inquisición. Y dentro de ese casco urbano quiero hacer referencia, por su singularidad, a la “Tafona de Herminia”, una pintoresca panadería dentro del antiguo barrio judío, cuya encantadora propietaria es una celosa guardiana de aquellas recetas hebreas que han pasado de generación en generación y con las que elabora almendrados, galletas con aroma de agua de rosas, roscas y demás dulces hebreos con más de 500 años de historia.
Pasear por su esplendoroso casco histórico, de influjo sefardí, toda una preciosa obra de arte hecha en piedra, con una sucesión de soportales que recorren unas empedradas y estrechas calles, nos sumerge en su evocador y glorioso pasado medieval.
Su fortaleza, limitando con el barrio judío, fue un soberbio complejo amurallado. Una puerta con un arco apuntado, flanqueda por dos torres semicirculares, y con los escudos de armas de sus antiguos dueños, nos facilita el acceso al ruinoso interior de esta vigorosa reliquia que ha perdido gran parte de su estructura y de la que sólo quedan restos de lo que debieron de ser sus grandiosas dependencias y otros elementos arquitectónicos como una chimenea, puertas, estanques, jardines, capilla, una necrópolis con restos de sepulcros antropomorfos del siglo XII -muy anteriores a las tareas de reacondicionamiento y cimentación del castillo realizadas en el XV-, o la sala de guardia, además de su muralla, uno de cuyos lienzos baja cara al río hasta alcanzar la puerta “da vila” del siglo XVI. A partir de aquí, la muralla se va integrando entre las construcciones del pueblo.
Parece que el señorío de Ribadavia nació en el siglo XIV, pasando a ser condado de los Sarmiento un siglo más tarde. Se cuenta que sus vecinos se levantaron contra doña Teresa de Zúñiga, conocida como la “condesa endemoniada” -tía de Pedro Álvarez de Soutomaior, el famoso Pedro Madruga-, debido a las luchas señoriales y a los abusos que cometía sobre sus vasallos por el dominio de estas tierras. La condesa será, finalmente, asesinada; pero su sobrino consiguió que la villa se rindiese, vengando, así, su muerte.

Continuando mi camino, me dirijo hacia Vilanova dos Infantes, no sin antes realizar una rápida visita a la ruinosa Torre de Sande , en Cartelle.
Llego, pues, al pequeño y armonioso núcleo de Vilanova, perteneciente al municipio de Celanova. En esta pequeña población se conjugan las tradiciones, los oficios artesanales y la memoria y arquitectura populares.
Entre todas las construcciones, destaca la torre de la antigua fortaleza -en la que parece que habitaron los padres de San Rosendo- destruida, también, por la furia de los Irmandiños, cuando era propiedad de los condes de Monterrei. Actualmente, alberga el Centro Comarcal de la “Terra de Celanova”. A sus pies se extiende este precioso pueblo con un marcado diseño y un fuerte sabor medieval en sus plazas, callejuelas, hórreos y viviendas populares.
Dejo tras de mí los restos del Castillo de Milmanda y la atmósfera medieval que desprende la villa histórica de Allariz con el recuerdo de su ya desaparecida fortaleza y de su muralla con cuarenta torres.
Seguidamente, el sistema defensivo de fortalezas, conocidas como las Torres de Limia, que “custodiaban” la desaparecida laguna de Antela, bajo cuyas aguas, y según la leyenda, está sumergida la ciudad de Antioquía, atrae mi curiosidad. Este atractivo conjunto arquitectónico lo formaban la Torre de Sandiás, la de Celme, la de A Porqueira y la de Pena da Portela. Todas ellas situadas en puntos estratégicos para la protección de estos territorios de las incursiones portuguesas. De nuevo el tan recurrente tema de los pasadizos secretos, habituales en este tipo de construcciones, surge en la historia de las torres. Se cuenta que de la laguna de Antela salía uno de esos corredores, repleto de tesoros, que llegaba hasta la torre de Pena da Portela y hasta la de Sandiás.

A continuación me espera el fascinante castillo de Monterrei, por el que quien firma este reportaje siente una auténtica debilidad. Calificado por Chamoso Lamas como”o conxunto monumental fortificado máis notable, non só da provincia de Ourense senón de toda Galicia”, esta pequeña ciudad amurallada que se levanta, con toda su majestuosidad, sobre un castro, coronando la cima del monte y dominando el verde valle de Verín en el que se alternan viñas, árboles y campos de cultivo, cautiva a cualquiera que lo visite. Parece que todavía se sienten las palpitaciones de una ciudad de sinuosas calles que discurrían entre molinos, casas, granjas…., una ciudad en donde las funciones urbanas se mezclaban con las militares.
La restauración, realizada por la Xunta de Galicia, ha permitido que podamos disfrutar de este evocador conjunto en todo su esplendor, a pesar de que, todavía, quedan viviendas que sufren el abandono. Un triple recinto formado por muralla, contramuralla y murallón protege todo este conjunto de moradas, de edificios, dependencias de épocas medieval y renacentista, así como el castillo, de una bella robustez, al que se accede a través de su amplio patio de armas.
La capilla de la hermosa iglesia de Santa María de Gracia, de estilo románico ojival, del siglo XIII, muestra el magnífico Retablo Pétreo de la Pasión de Cristo; y su pórtico representa el paraíso, junto con el grabado de la antigua vara gallega de medir que equivale a 129 centímetros y medio.
Las torres de la fortaleza se erigen imponentes en el medio de las otras construcciones. La denominada Torre de Damas que conserva alguna ventana gótica, y la del Homenaje, también llamada Torre de Don Sancho, nos trasladan a los tiempos medievales.
Siempre dentro de este precioso espectáculo arquitectónico, se levantó el palacio renacentista de los Condes, que conserva las llamativas galerías de arcos escarzanos sobre columnas y los patios; el hospital de Caridad, que presenta una portada con arquivoltas, junto con el tímpano en donde se ha representado un Pantocrátor, un Tetramorfos y una anunciación; el Convento de los Franciscanos y el de Mercedarios, además del colegio de la Compañía de Jesús que se ha transformado en Parador.
En el castillo de Monterrei se refugió don Pedro cuando huía de su hermano Enrique II. Sancho Sánchez de Ulloa y Monterroso recibió el título de conde de Monterrei como gratificación por los servicios que prestó durante la toma de Granada en el reinado de los Reyes Católicos.
También aquí se asentaron los linajes de los Zúñiga, los Fonseca, los Viedma y la casa de Alba.
El castillo desempeñó, igualmente, un importante papel en las guerras con Portugal cuando corría el siglo XVII; en la guerra de la Independencia en el XVIII y en la de Secesión en el siglo XIX.
Aparte de la función militar, la magnífica fortaleza de Monterrei concentró una intensa vida cultural: aquí se imprimió uno de los primeros incunables de Galicia, “Misal Auriense de Monterrei”, además de impartirse docencia de teología, artes y gramática.
Un atento y veterano guía se desvive por explicar y orientar al visitante en su recorrido por este documento pétreo, declarado monumento histórico-artístico nacional. Aconsejo seguir sus explicaciones y dejarse llevar por la agradable conversación que, sin duda, él entablará con todo aquel que se acerque a conocer este recinto. Y es que estamos ante un conjunto de alto valor patrimonial y arquitectónico para ser contemplado sin prisas, una presencia magnífica de urbanismo antiguo de innegable atracción turística.
No se puede abandonar Monterrei sin admirar la colección de objetos que alberga el edificio del palacio de los Condes en donde se exponen frontones de retablos, tallas de madera, restos megalíticos y romanos, una estela celta, y una serie de obras impresas en aquella antigua imprenta.

Siguiendo un trayecto hacia el nordeste de la provincia de Ourense, en sus límites con Castilla, voy dejando a mi paso, la Torre de Viana do Bolo, que cobija un museo, un recorrido por los modos de vida y las tradiciones costumbristas de épocas pasadas; la Torre de O Bolo, en la villa del mismo nombre; la de Valdeorras, en O Barco de Valdeorras, convertida en un punto estratégico de defensa, en un vigía de paso por estas tierras hacia Castilla.
En mi camino hacia la siguiente parada –que será Castro Caldelas-, dejo atrás, también, la Torre de Manzaneda que, a pesar de que fue considerada como uno de los mejores bastiones defensivos durante el siglo XVI, sólo quedan algunos restos de la muralla que protegía la villa y un par de lienzos de la torre del homenaje. En uno de esos tramos de la muralla todavía se conserva un arco apuntado que se conoce como a porta da Vila.

Llego así, a Castro Caldelas, un enclave estratégico de la Ribeira Sacra ourensana. Aunque es probable que el nombre de la villa proceda de la existencia de unos antiguos baños romanos, me ha parecido aguda y llena de gracia la versión sobre el origen del topónimo que explica cómo uno de los dueños del castillo, que tenía tres hijas, recibe, de otro conde, la petición de mano para una de ellas; y al no indicar cuál era la elegida, el padre de las tres doncellas le preguntó: “¿cal delas?”.
Francisco Fernández del Riego describe el conjunto de castillo y villa con las siguientes palabras: “…No alto érguese o castelo dos Condes de Lemos. Por calquera das estradas que aquí aflúen albíscase sempre desde lonxe a mole de agolpados torreóns que aparecen no curuto do casarío. …Alfonso IX deulle o señorío de Caldelas a Don Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos e de Sarria. …os visitantes fólganse en disfrutar da posición pintoresca, característica, que a vila lles ofrece. Admiran o casarío antigo, en distintos planos, formando un conxunto de vedraño carácter e airoso perfil…. Apiñoadas ao redor do Castelo dos Condes, desenvólvense as claras edificacións na parte baixa”.
Se levanta, pues, la fortaleza del siglo XIV -símbolo de identidad más destacado del devenir histórico del pueblo, y emblema de la villa- en la cima de la colina, desde la que se domina un amplio territorio y bajo la que se distribuyen las viviendas -algunas de ellas lucen, orgullosas, preciosas galerías blancas-, ilustres casas blasonadas que hacen referencia a un rico esplendor medieval, el entramado de calles empedradas y estrechas, plazoletas silenciosas, y los terrenos de esta encantadora villa con antecedentes prerromanos.
Por suerte, esta magnífica fortificación medieval, que se adapta a la orografía del lugar, ha llegado hasta nosotros en aceptables condiciones. La forman varios cuerpos que pertenecen a diversas épocas. Los elementos arquitectónicos más antiguos son la torre del reloj -en cuyo interior podemos observar el funcionamiento de esta antigua maquinaria- y la del homenaje, formada por tres plantas en donde destacan las garitas sobre cuerpos troncocónicos que se utilizaban para defensa del castillo.
Cualquier visitante podrá acceder, a través de la puerta principal del recinto –un arco de medio punto con los blasones de los Castro, los Enríquez y los Osorio-, al interior del edificio y contemplar su coqueto patio de armas, rodeado por un corredor de madera sobre columnas de granito, además de admirar otras dependencias como la denominada “casa del administrador”, la bodega, el horno, el pozo; o bien estudiar los lienzos de su muralla reforzada en las esquinas por torreones defensivos, y observar las partes del foso. Desde sus espectaculares almenas podemos analizar el conjunto constructivo de matacanes, barbacanas, troneras, murallas, y dejarnos seducir por unas magníficas vistas del pueblo y sus alrededores.
La casa de Alba, heredera de la propiedad, la cedió, a finales del siglo XX, al Ayuntamiento de Castro Caldelas con el fin de destinar sus dependencias a salas de exposiciones, museo etnográfico, biblioteca y conferencias…
Desde este pintoresco y precioso pueblo, que creció en torno a su castillo, nadie debería resistirse a la tentación de acercarse a la espectacular Ribeira Sacra para contemplar el río Sil que discurre encajado entre peñascos graníticos y cultivos de vid, conventos y vegetación autoctóna. Todo un regalo para los sentidos.

Desde Castro Caldelas, me encamino hasta Maceda. Aquí se edificó un castillo-fortaleza de perpiaños de granito. Su historia estuvo más relacionada con una vida palaciega que con acontecimientos de guerras. Vinculado, en sus orígenes, a la familia de los Novoa, más tarde pasó a manos del conde de Maceda y San Ramón, perteneciente al linaje de los Lanzós. Fueron estos últimos quienes le otorgaron una fisonomía externa que nos recuerda las características de un pazo gallego, llegando hasta nuestros días con una mezcla de fortaleza medieval y pazo.
Según la tradición, en este recinto se crió Alfonso X el Sabio, cuyos contactos con la lengua y la cultura gallegas le facilitaron la creación de las “Cantigas de Santa María”.
A pesar de las transformaciones que sufrió a lo largo de su historia, el castillo no ha perdido ese carácter defensivo que le otorgan su muralla y camino de ronda, las almenas, las torres en dos de sus esquinas y sus barbacanas en los dos ángulos restantes. El interior del recinto lo constituye una serie de dependencias que fueron añadidas en diferentes épocas y que lo han convertido en un conjunto irregular.
En el año 1966, el Ayuntamiento de Maceda lo adquiere e inicia una discutida restauración que evita su progresivo deterioro.
El último trabajo de consolidación lo promovió la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia para frenar el deterioro ocasionado por el estado de abandono en que se encontraba y convertirlo en un edificio con servicios turísticos y funciones culturales, siempre sin perder su original carácter.
En los últimos meses del 2007, este edificio, transformado en hotel monumento, fue el centro de una curiosa y surrealista polémica provocada por la mala gestión que realizó un particular al que se le había otorgado la concesión para su explotación y que, finalmente le fue cancelada. Mientras los habitantes del pueblo de Maceda, en su papel de “Irmandiños del siglo XXI”, se levantaban, contra los nuevos “señores” exigiendo la devolución de la fortaleza para disfrute de los vecinos, la madre del gestor, quién sabe si emulando la resistencia que podrían haber ofrecido aquellos nobles feudales durante las revueltas medievales, se encerraba en esta fortaleza como protesta por la pérdida del “poder” que se le había otorgado. Finalmente, después de sufrir el corte del suministro de la luz y del agua, la protagonista terminó siendo desalojada por orden judicial.

Doy por finalizada mi ruta por los castillos de Ourense con una visita a las hermosas ruinas restauradas del castillo de A Peroxa, situado en un extraordinario entorno natural poblado por robles, castaños, abedules…. y al castillo de Vilamarín, transformado en un magnífico pazo que no ha perdido su carácter defensivo.

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