Continúo con mi recorrido por las fortalezas medievales más destacadas de Galicia. En esta segunda parte, y después de haber dejado atrás los castillos de Moeche y de Naraío, me encamino hacia la orilla de la ría de Pontedeume.
Mirando al mar, y en lo que hoy es la Plaza del Mercado, se levanta la Torre de Andrade.
Sólo este elegante torreón de origen gótico –ejemplo de arquitectura militar medieval y defensiva- ha aguantado el paso del tiempo, pues es lo que queda del antiguo palacio de los Andrade, uno de los legados arquitectónicos más relevantes que esta destacada estirpe gallega dejó en la villa.
Fue construida por Fernán Pérez de Andrade en el lugar donde se había erigido, con anterioridad, otra fortaleza. Durante el segundo alzamiento Irmandiño, dirigido por Alonso de Lanzós, la torre fue destruida. Una vez que se sofocó la revuelta, los mismos irmandiños tuvieron que levantarla, de nuevo.
A pesar de que este palacio-fortaleza fue declarado Monumento Histórico Artístico, es destacable el hecho de que, hasta el año 1935, todavía se conservaba la construcción, que fue derribada para edificar el mercado de abastos y un jardín.
Ventanas ojivales de arcos trilobulados y parteluces, torrecillas sobre modillones en los ángulos de la cubierta, y un magnífico escudo en su fachada principal, en el que se recogen los blasones de las familias de Andrade y Lemos, son elementos que decoran esta majestuosa torre de planta cuadrada.
En la parte superior del escudo se ha esculpido la corona condal y un ángel que sostiene un pergamino con la inscripción de los Andrade:“nolite nocere”, es decir, “no hagais daño”.
Hoy en día, este poderoso torreón está dedicado a actividades culturales, y se ha convertido en Centro de Interpretación del linaje de los Andrade, además de sede de la Oficina de Turismo.
No hay que perderse el paseo por las estrechas y empinadas calles del casco histórico de Pontedeume, ribeteadas con soportales que sostienen galerías y balcones; ni tampoco la contemplación de sus típicas plazas, la visita a la iglesia de Santiago –pegada a un grueso lienzo de lo poco que queda de la muralla-, el recorrido por el viejo puente -que en su origen tenía setenta y nueve arcos-, o la románica capilla de Breamo. Todo un conjunto arquitectónico en donde el oso y el jabalí de los Andrade protegen este pintoresco pueblo.
Mirando al mar, y en lo que hoy es la Plaza del Mercado, se levanta la Torre de Andrade.
Sólo este elegante torreón de origen gótico –ejemplo de arquitectura militar medieval y defensiva- ha aguantado el paso del tiempo, pues es lo que queda del antiguo palacio de los Andrade, uno de los legados arquitectónicos más relevantes que esta destacada estirpe gallega dejó en la villa.
Fue construida por Fernán Pérez de Andrade en el lugar donde se había erigido, con anterioridad, otra fortaleza. Durante el segundo alzamiento Irmandiño, dirigido por Alonso de Lanzós, la torre fue destruida. Una vez que se sofocó la revuelta, los mismos irmandiños tuvieron que levantarla, de nuevo.
A pesar de que este palacio-fortaleza fue declarado Monumento Histórico Artístico, es destacable el hecho de que, hasta el año 1935, todavía se conservaba la construcción, que fue derribada para edificar el mercado de abastos y un jardín.
Ventanas ojivales de arcos trilobulados y parteluces, torrecillas sobre modillones en los ángulos de la cubierta, y un magnífico escudo en su fachada principal, en el que se recogen los blasones de las familias de Andrade y Lemos, son elementos que decoran esta majestuosa torre de planta cuadrada.
En la parte superior del escudo se ha esculpido la corona condal y un ángel que sostiene un pergamino con la inscripción de los Andrade:“nolite nocere”, es decir, “no hagais daño”.
Hoy en día, este poderoso torreón está dedicado a actividades culturales, y se ha convertido en Centro de Interpretación del linaje de los Andrade, además de sede de la Oficina de Turismo.
No hay que perderse el paseo por las estrechas y empinadas calles del casco histórico de Pontedeume, ribeteadas con soportales que sostienen galerías y balcones; ni tampoco la contemplación de sus típicas plazas, la visita a la iglesia de Santiago –pegada a un grueso lienzo de lo poco que queda de la muralla-, el recorrido por el viejo puente -que en su origen tenía setenta y nueve arcos-, o la románica capilla de Breamo. Todo un conjunto arquitectónico en donde el oso y el jabalí de los Andrade protegen este pintoresco pueblo.
Sin abandonar tierras de Pontedeume, dominando la desembocadura del Eume y su valle, se emplaza la esbelta Torre de Nogueirosa, también conocida como “o castelo da fame” y sobre el que nace la romántica leyenda de la desafortunada historia de amor entre una doncella y un paje –hijo natural del señor de Andrade- que fueron encerrados en las mazmorras por el alcaide de este castillo, celoso de la relación que mantenían ambos jóvenes, dejándolos morir de hambre.
Unos años más tarde, en su lecho de muerte, el alcaide le relata lo sucedido a su señor. Éste, aterrado por lo que acababa de averiguar, le asesta una puñalada a su vasallo.
Compruebo que se trata de una sobria construcción de carácter militar, de reducidas dimensiones, en donde lo más destacado, sin duda, es su torre del homenaje.
La fortaleza es un ejemplo del expolio que los caballeros feudales realizaban sobre los bienes de la iglesia para aumentar su patrimonio, ya que se edificó en terrenos pertenecientes al monasterio de Sobrado, lo que causó desavenencias entre la casa de los Andrade y los monjes.
La fortificación no sólo sufrió los ataques de los irmandiños, sino que, años más tarde, fue derribada, entre otros bastiones, durante el reinado de los Reyes Católicos con el objetivo de debilitar el poder de los nobles gallegos.
Hace pocos años, se sometió a un proceso de limpieza de sus alrededores que la ha dejado en un estado de conservación bastante aceptable a pesar de que se encuentra medio derruida.
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