Piedra y arte.
Termino mi homenaje a la catedral compostelana con un recorrido pétreo y artístico por sus espacios exteriores, por sus fachadas y por sus magníficas plazas.
Una vez que finalizo mi visita por
el interior de la basílica, salgo por la puerta de Platerías para admirar los
variados exteriores del templo. Contemplo la fachada del Tesoro, diseñada por
Gil de Hontañón, que cierra el palaciego claustro por el lado que da a la Plaza de Platerías y que
aloja, además, las tiendas de los plateros. Se considera uno de los más
perfectos trabajos del Renacimiento gallego. Juega con una oposición de ritmos,
utilizando vanos semicirculares, medallones, arcos de medio punto, todo ello
rematado por unos trabajos de crestería flamígera calada. La Torre del Reloj, también
conocida como Berenguela, que con su altura parece dominar toda la urbe, marca
las horas en la ciudad compostelana con el sonido grave de su campana.
La magnífica decoración
escultórica en las fachadas norte, sur y oeste se organizaba en función de un
programa iconográfico independiente; pero que, al mismo tiempo, se producía una
interrelación entre las tres, cuya función esencial era la de adoctrinar e
ilustrar. Así, en la fachada norte, o del Paraíso, hoy día conocida como la de la Azabachería, se
representaba la creación del hombre, el pecado y la expulsión del Paraíso. Este
programa iconográfico hay que seguirlo a través de la fachada sur, la de
Platerías, una de las más interesantes del románico.
En el siglo XVIII, cuando
el cabildo derriba la fachada de la Azabachería, con el pretexto de que se encuentra
en mal estado, muchas de sus piezas escultóricas se colocan en la fachada sur con
la que formaba una unidad: el pecado hizo necesaria la Redención, tema base de
Platerías, al que hay que añadir el nacimiento y la Pasión de Cristo. Debido a
esto, la fachada de Platerías me transmite la impresión de que estoy ante una
profunda distribución anárquica, al producirse una yuxtaposición y un desorden
de piezas iconográficas de diversa procedencia: la curación del ciego, las
tentaciones de Cristo, la Epifanía,
la figura de la adúltera, la de David, la expulsión del Paraíso, el zodíaco,
representaciones demoníacas, el Pantocrátor,
la pasión de Cristo y su Transfiguración…. Y entre todas estas
representaciones, aparece el elemento de unión entre ambas fachadas: la
Anunciación.
El maestro de Platerías ha dejado
su impronta no sólo en correcciones arquitectónicas del plan primitivo que
afecta a las naves, al crucero, a la iluminación o a las tribunas, sino también
ha dejado su manifestación artística en los pliegues, las cabelleras que caen
desordenadamente, los rasgos faciales de las esculturas y relieves que decoran
Platerías.
El proceso de renovación
urbanística en la parte oriental de la catedral se inició con la decisión, por
parte del cabildo, de empedrar el antiguo cementerio. Se crea, así, la Quintana, una de las plazas
más entrañables de Santiago, centro de reunión de mercaderes y de actos
procesionales. La construcción de unas escaleras divide esta plaza en dos
niveles: “Quintana de Vivos” y “Quintana de Mortos”. Además, en ella se abre,
durante todo el año jubilar, la
Puerta Santa o de los Perdones. Una serie de figuras,
denominadas los “Veintisiete de la Puerta Santa”
parecen custodiar el acceso a la catedral de todo peregrino que desee ganar las
indulgencias. Algunas de estas figuras escultóricas formaban parte del coro
pétreo románico y fueron incorporadas, armoniosamente, a esta puerta.
Todo el conjunto de galerías,
obeliscos, torres, ábsides románicos que conforman esta parte de la catedral y
su plaza, contrasta con la sobriedad del convento de San Paio de Antealtares
que parece querer transmitir una sensación de recogimiento.
Rodeo la catedral y llego a la Plaza del Paraíso, junto a
San Martín Pinario, lugar donde los artesanos y comerciantes se reunían. En
esta fachada antigua del Paraíso, hoy de la Azabachería, el
Neoclásico ha dejado sus huellas. Aunque concebida dentro del estilo barroco,
el conjunto supo pasar de las fórmulas barrocas a las clásicas. Frontones,
medallones y trofeos militares transforman el proyecto barroco, otorgándole a
esta fachada un nuevo estilo y elegancia.
Debo cruzar el arco de Gelmírez
para acceder a la Plaza
del Obradoiro y admirar la maravillosa fachada occidental de la catedral que
impresiona por su majestuosidad y exuberante decoración. En la explanada de
esta plaza, corazón de la ciudad, los canteros trabajaron el granito para
erigir la admirable basílica. El Hostal de los Reyes Católicos, el magnífico
Palacio de Raxoi, el edificio de San Xerome, el palacio de Xelmírez y la
fachada principal del templo rodean esta plaza que se muestra al visitante en
toda su grandeza.
La fachada del Obradoiro, diseñada
por Fernando Casas Novoa, a mediados del siglo XVIII, con sus estatuas,
columnas, pináculos y balconada, es un magnífico escenario arquitectónico para
el arte barroco gallego. Pero primero hay que fijarse en sus monumentales
escaleras, realizadas por Ginés Martínez y que pretenden modificar la
ordenación visual y espacial de todo este conjunto. Esta suntuosa escalinata,
de planta rectangular, busca engrandecer, tanto material como simbólicamente,
la catedral. La espléndida fachada del Obradoiro se erige, pues, sobre esta
admirable escalera, desarrollando un ascensional cuerpo central que recuerda un
inmenso retablo, sobre el que florece la orfebrería granítica en numerosas
formas geométricas y vegetales.
En lo alto de esta fachada, la
imagen pacífica de Santiago Peregrino bendice a todos los fieles y amantes de
la cultura y del arte que se acerquen a esta ciudad.
La gran fachada, que
parece proteger el Pórtico de la
Gloria y las naves del templo románico, al mismo tiempo que
llena de luz su interior, está flanqueada por sus dos airosas torres: la de las
Campanas -en cuyo interior guarda trece campanas-, y la de la Carraca -denominada así
por un instrumento que, a modo de carraca, se hacía sonar durante la Semana Santa-.
Ambas magníficas torres se pueden contemplar desde cualquier lugar de la ciudad
y le otorgan a la basílica un perfil característico, una sensación de querer
elevarse todavía más. Este verticalismo contrasta con la horizontalidad que
ofrece el Palacio Arzobispal y con la maciza y sólida monumentalidad del lienzo
occidental del claustro catedralicio con su enorme galería abierta de columnas
jónicas sobre la plaza, desde la que se contempla parte de la ciudad.
“También la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche biselada y fría,
Creced, mellizos lirios de osadía,
Creced, pujad torres de Compostela.”
(Gerardo
Diego)
Que nadie abandone la catedral, sin
visitar su Buchería en donde se expone el antiguo coro del templo, una de las
más bellas obras del patrimonio artístico gallego, que se situaba en los cuatro
primeros tramos de la nave central, cercano al altar y que ha sido rescatado de
su olvido. Se trataba de un recinto para que el cabildo pudiera orar y cantar
tranquilamente, evitando ser molestado. Su sillería baja estaba formada por un
banco de granito; mientras que su sillería alta la constituían amplios sitiales coronados por crestería de
pájaros, leones, sirenas, centauros, dragones, procedentes de los bestiarios
medievales. En sus fachadas destacaban las figuras de apóstoles y profetas,
además de torres defensivas que aludían a la Jerusalén celeste. Pero una serie de circunstancias terminaron
con la destrucción del coro mateano para sustituirlo por uno de madera. Tras
esta demolición, las piezas se dispersaron, siendo reutilizadas en distintas
obras de la catedral. La reconstrucción de una parte significativa del coro,
respetando los fragmentos originales, fue efectuada gracias al interés y al
ambicioso proyecto de la Fundación Pedro
Barrié de la Maza.
Actualmente, cuatro siglos después de su destrucción, se
puede admirar esta bellísima joya en una
parte de la antigua Buchería de la catedral.
También, si es posible, el
visitante no debe perder la oportunidad de subir a las cubiertas del templo,
hechas de cantería escalonada. Las vistas de la ciudad, desde este elevado
mirador, son magníficas. Aquí podemos apreciar, además, las fases constructivas
de la basílica, sus diversos estilos arquitectónicos, sus grandes dimensiones y
la“Cruz dos Farrapos”, que recibe
esta peculiar denominación por la costumbre que tenían los peregrinos de acudir
hasta ella para quemar sus ropas viejas, usadas a lo largo de la peregrinación,
en una especie de ritual purificador.
La gran audacia de los
arquitectos y promotores de la catedral compostelana fue crear un proyecto de
futuro, una imponente obra que se muestra como una unidad monumental, pero con
diversos estilos y ritmos constructivos que se unen, sin violencia, a lo largo
de las diversas etapas.
Santiago, declarada Bien Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, quiere mantener su
milenaria llamada a la concordia a través del importante significado histórico
que posee el Camino de Santiago y que nos conduce hasta su majestuosa catedral,
destino deseado por todo peregrino, que se erige solemne y grandiosa,
contemplando una ciudad universal, envejecida, pero viva que, con sus leyendas,
iglesias, palacios, fuentes y calles, se convierte en una sinfonía de agua,
piedra, arte, cultura y religiosidad.
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