Tuve un
profesor en mi segunda etapa universitaria que nos explicaba, dentro de su
asignatura sobre medio natural y paisaje, que este último se puede estudiar con
criterios objetivos, pero también subjetivos. Asimismo, nos comentaba que el
paisaje es una construcción intelectual de cada uno, por lo que hay tantos
paisajes como observadores.
El paisaje es
la apreciación visual y psicológica que todo individuo realiza sobre un
territorio. Y es que la forma de contemplarlo
tiene mucho que ver con la formación cultural que cada uno de nosotros hemos
recibido y con nuestras experiencias. De ahí que cada sujeto tenga su
particular percepción mental del paisaje. En la contemplación e interpretación
de nuestros variados paisajes hay tres elementos que intervienen: el terreno en
sí, el hombre y su propia percepción. Este último elemento sería el más
subjetivo de los tres.
Igualmente,
recuerdo que comentaba que todo paisaje en donde el elemento principal fuese el
agua o las montañas es siempre más valorado, puesto que implica riqueza y
fecundidad. No sucede lo mismo con los paisajes industrializados que reciben
una valoración negativa. Estamos realizando, de esta forma, una interpretación
cultural.
Cualquier paisaje,
pues, está provisto de una carga material, pero también simbólica, cultural e
identitaria. Territorio, naturaleza, cultura e historia se integran en un todo,
son elementos y conceptos íntimamente relacionados. Si se destruye ese paisaje
material se destroza la identidad propia. Por tanto, el paisaje tangible,
físico se relaciona con un paisaje cultural, con un legado histórico. En
definitiva, estoy aludiendo al paisaje cultural como resultado de diversos
cambios provocados, a su vez, por luchas y cambios sociales, formado por una
diversidad de elementos y fenómenos
variados, constituyéndose cada paisaje con rasgos propios e
individuales.
Escribe
Patrick O`Flanagan en su obra titulada “Xeografía
histórica de Galicia” que “Os modelos
de paisaxe derivan de hábitos culturais complexos e da conciencia de grupo que
marcan as tradicións:dito doutro modo, a organización e estruturación de
calquera paisaxe cultural emana do xogo activo entre procesos económicos e
culturais; e este xogo de forzas ten lugar sobre o taboleiro da paisaxe”.
El paisaje cultural, tal y como afirma Patrick O`Flanagan, se convierte en una importante
fuente de información.
El paisaje,
con sus componentes naturales, visuales, estructurales y antrópicos, es un
elemento que, de manera sugerente, estimula nuestras emociones. Aquí entra un
elemento importante: el placer de percibir y que tiene que ver con las valoraciones,
las actitudes, las preferencias y con la ideología de cada uno. Esa percepción
que realizamos de nuestros paisajes dependerá de las experiencias particulares
y del nivel social y cultural de cada uno de nosotros. Un paisaje no lo percibe
de la misma forma una persona urbanita, un neorrural o un rural. Así, pues, los
usuarios del paisaje son variados al igual que también lo son sus percepciones,
diferenciando los argumentos de los que conciben el paisaje como un medio
económico para subsistir de los que lo consideran como un escenario para el
disfrute de ocio y con carácter lúdico. Además de tener un importante valor
patrimonial, nuestros paisajes tienen un gran valor sentimental.
Pero hay quien
dice que los paisajes tienen que tener una función concreta y que si no la
tienen están condenados a desaparecer, por lo que se haría necesario, según
algunos paisajistas y geógrafos, seleccionar e incentivar unos recursos paisajísticos
y sacrificar otros.
Me alegra
saber que, desde hace unos años, se concibe el paisaje como parte del
patrimonio de un pueblo y de una cultura, como un importante bien natural. Todo
paisaje ha sufrido transformaciones a lo largo de su historia. Es una lástima
que no siempre se puedan recuperar las huellas de lo que fue ese paisaje en
tiempos remotos, puesto que considero el paisaje como un elemento destacable
para comprender el desarrollo histórico de un pueblo.
Formamos parte
hoy en día de una civilización que, desgraciadamente, degrada el medio natural
que nos rodea. El valor ecológico de ese medio natural, su valor económico,
estético y ético son motivos que tenemos que tener en consideración a la hora
de respetar y cuidar nuestros paisajes, nuestro medio natural que nos ofrece
unos aspectos antropológicos y unas formas de vida de carácter único.
Entender los
paisajes culturales, los asentamientos, su planteamiento y diseño es, pues, un
trabajo subjetivo y arduo, ya que su valor siempre se vinculará a la interpretación
del observador.
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