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Pescadora, industrial y militar,
nació unida al mar, primero como villa marinera y pesquera, más tarde como
potencia militar y naval; y, todo ello, gracias a su angosta y apacible ría, y
a su puerto natural, al que se accede surcando las aguas vigiladas por sus dos
imponentes guardianes: los castillos de San Felipe y de A Palma.
El barrio de A Magdalena, emblema de la ciudad.
Inicio mi recorrido por el barrio
de Ferrol Vello que aún mantiene un sabor marcadamente medieval en sus
callejuelas y plazas. Los restos de esta humilde villa marinera se conservan frente
al muelle de As Curuxeiras y el
visitante los puede apreciar en las estrechas y empedradas calles y en algunas
casas marineras con balcones de madera que, todavía, perviven en lo que fue el
barrio de pescadores. Resulta agradable el paseo por la zona de su puerto,
recientemente recuperada y animada con concurridas terrazas.
Pero Ferrol es, sobre todo, la
ciudad de la Ilustración. Su trazado y arquitectura racionalistas son un claro ejemplo del
nacimiento de una ciudad en la segunda mitad del siglo XVIII.
Mi visita a esta población
implica un paseo obligado por el barrio de A Magdalena, una joya urbanística, declarada
conjunto histórico-artístico en 1984, y de los más singulares que podemos
encontrar en Galicia.
El rearme naval y la construcción
del Arsenal, necesarios para el desarrollo de la flota de guerra española, en
la época de la dinastía borbónica, han sido los dos factores que impulsaron el
nacimiento de la ciudad. Surgió, así, un Ferrol industrial y militar de primer
orden, iniciándose una etapa de gran prosperidad y expansión urbana.
El levantamiento del astillero implicaba la
construcción de un barrio obrero, el de Esteiro, para albergar a los trabajadores
de esa factoría naval; y, por otro lado, la construcción del Arsenal conllevaba
el nacimiento de su correspondiente barrio de nueva planta, de carácter
burgués, el barrio de A Magdalena, que toma el nombre de una ermita que existía
en esa zona. En este nuevo asentamiento se alojaban los comerciantes,
ingenieros, matemáticos, arquitectos, oficiales y funcionarios de la Marina de
la época.
El proyecto de este nuevo barrio
responderá a un trazado ortogonal constituido por seis calles longitudinales,
paralelas al Arsenal y nueve transversales, todas con un ancho de 10 varas
castellanas. En esta cuadrícula de calles perpendiculares y paralelas, tan
planificadas, también se trazaron dos amplias plazas regulares –la de Amboaxe y
la Plaza de
Armas-, dando lugar a un conjunto urbano neoclásico basado en la exactitud
matemática y en la simetría, según los dictámenes de la razón, fiel reflejo de
la Ilustración.
Al realizar mi recorrido por esta
“tableta de chocolate”, compruebo que la pavimentación de las calles todavía se
conserva en muchos puntos del barrio y que la perfección de su trazado y su
posición central le otorgan al barrio ferrolano de A Magdalena un indudable
protagonismo urbano. Descubro que, a lo largo de los restos de su alameda,
creada en su momento como espacio de esparcimiento, se levantan algunos de los
ejemplos de arquitectura civil y religiosa, demandados en cada época: la Iglesia-Concatedral
de San Julián (patrón de la ciudad), de estilo neoclásico; el mercado; el teatro Jofre, de estilo ecléctico
y una de las más significativas construcciones teatrales del siglo XIX; la
oficina de Correos, la prisión municipal, convertida, años más tarde, en el
edificio del Gobierno Militar y, transformada, hoy en día, en la Fundación Caixa
Galicia; sin olvidarme de edificios perfectamente ubicados en otras zonas de
este barrio neoclásico como el Parador Nacional de Turismo, en los terrenos del
antiguo convento de San Francisco, cuya iglesia contiene un retablo mayor de
Ferreiro; el edificio de Capitanía General con sus hermosos jardines de
magnolios y estatuas, o el antiguo
Hospital de Caridad, hoy convertido en el centro cultural Torrente Ballester.
A este peculiar trazado, marco
privilegiado para admirar las vistosas procesiones de Semana Santa, o para deleitarnos
con los cánticos que las rondallas dedican a ensalzar a la mujer ferrolana en
la denominada Noite das Pepitas, hay
que añadir la estética de sus edificios. Me place admirar los magníficos modelos de viviendas, con fachadas
de cantería y con balcones de hierro forjado, que parecen hechos de encaje, y
colocados sobre ménsulas pétreas -como en el edificio de la sede del Ateneo
Ferrolano-; o la larga sucesión de galerías del siglo XIX y elegantes miradores
acristalados de madera pintados de blanco, algunos con un aire palaciego, tras
los cuales transcurrían las vivencias familiares. Todos estos atractivos elementos otorgan
a estas calles rectilíneas, evocadoras de aires de otra época, un carácter de
gran uniformidad y belleza. Al contemplar este conjunto arquitectónico, no
puedo evitar recordar un pequeño párrafo
de la novela de Xavier Alcalá, ambientada en la época de la Ilustración, “Alén da desventura”: “Amañecía con sol de maio sobre as rúas
rectas da Magdalena. Nas casas altas, de boa pedra, mellor madeira e moito
vidro, tal vez houbese xente a espertar con grandes ideas, pero o granito
brilloso do pavimento non retinía co bater dos zocos que xa animaba as ruelas
de Esteiro deixadas atrás. Moito medrara Ferrol….”
Con la entrada en el siglo XX, se
van a desarrollar arquitecturas de autor que se manifiestan en edificios
singulares de estilo modernista, especialmente de la mano del arquitecto
municipal Rodolfo Ucha, y que estarán entre los ejemplos más valorados de este
barrio en donde el cemento y el hierro darán a las viviendas un aspecto
delicado y muy elegante, siempre integrándose y respetando los anteriores
estilos arquitectónicos.
Rodolfo Ucha creará unas
llamativas galerías y miradores con decoraciones naturalistas y geométricas,
algunos decorados con mascarones que parecen contemplar el paso del tiempo, y que
convierten estos edificios en magníficas obras maestras de la arquitectura
gallega que todo paseante deberá contemplar. El Hotel Suízo, el Casino, la
Casa Romero , la Casa Pereira , la
Casa Mariño , el Edificio Correo, o el
pabellón de la Pescadería, en el mercado central, son muestras de esta
arquitectura de estilo modernista que otorgan una fuerte personalidad al histórico barrio ferrolano.
No puedo olvidar, en este paseo
por la ciudad de la Ilustración, el modesto barrio de Esteiro y sus edificios del antiguo hospital militar,
hoy restaurados y convertidos en campus
universitario junto con la Biblioteca
Universitaria del Patín que, en su día, fue casa de vecinos.
El recorrido por A Magdalena
evidencia un proceso singular, surgido en Galicia en el siglo XVIII: el
nacimiento de toda una ciudad, en muy pocos años, a partir de la nada, una
intervención urbanística completa en donde se consigue fusionar, en el mismo
espacio, el trazado racionalista de la época de la Ilustración con los
edificios de estilo modernista del siglo XX. El barrio ha llegado hasta
nuestros días como una demostración de lo que fue la historia de la
arquitectura urbana de los últimos 250 años. La percepción de imagen unitaria
que le ofrece al visitante es consecuencia de las distintas ordenanzas
municipales que, desde el siglo XVIII, fueron surgiendo para unificar los
criterios compositivos de las fachadas. Aunque hay que señalar que, en el año
1961, con el Plan General de Ordenación Urbana, se iniciará un proceso que
modificará, gravemente, la imagen del barrio con la construcción de edificios
de altura y volumen excesivo.
Con la declaración de Conjunto
Histórico, en el año 1984, se abrirá una etapa donde predominará el respeto en
las intervenciones de rehabilitación.
Ferrol, naval y militar.
El empeño por querer convertir
Ferrol en una gran potencia naval y militar conllevó la construcción de un
grandioso Arsenal en 1749, dando como resultado una magnífica obra de ingeniería
de la época. Cuando me adentro en él, por la Puerta del Dique, de porte neoclásico, descubro
que su interior alberga las mejores edificaciones de ese estilo arquitectónico,
con un predominio de la horizontalidad y de la racionalidad: el Almacén General,
los talleres; la puerta de Fontelonga, único resto que se conserva de las
entradas por mar al Arsenal; el edificio de Herrerías en el que se habían
instalado las forjas y el taller de fundición y que hoy en día se ha convertido
en sala permanente de la Exposición Nacional
de la Construcción Naval ;
la Cortina ,
una muralla fortificada de más de 500 metros de longitud que emerge del mar y que
todavía conserva los cañones que defendían el Arsenal de los ataques marítimos,
constituyendo un conjunto de gran plasticidad; el Dique de la Campana , considerado, en
su momento, como uno de los más grandes del mundo y que, actualmente, continúa
prestando sus servicios a la Armada; y, sobre todo el Cuartel de Instrucción o
Sala de Armas, una majestuosa construcción, considerada como uno de los
edificios neoclásicos más relevante de Galicia; sin olvidarme de la Biblioteca de la Zona Marítima del
Cantábrico con un fondo bibliográfico de más de de 30.000 volúmenes, ni tampoco
del Museo Naval, que nos relata, de una manera visual, la historia de la Armada Española y
que guarda, entre sus fondos, interesantes muestras cartográficas, restos arqueológicos
de barcos hundidos, maquetas de navíos, piezas de armamento, objetos de uso
cotidiano…
“….le mostré la ciudad, “mírala, ahí orillando la ría y trepando por la
colina, rodeada de baluartes y de murallas caducas: ése es el arsenal, aquélla
la cortina del parque, en otro tiempo defendida por sesenta cañones que siguen
allí de adorno; ves la dársena, con los barcos atracados, y el muelle del
comercio. Eso es lo que queda cerca y es el centro del mundo….”
Gonzalo Torrente Ballester. “Dafne y ensueños”
Ciudad de castillos.
Continuo este recorrido por el
Ferrol monumental y militar con la visita a otro de los emblemas que la identifican:
el impresionante castillo de San Felipe que, frente a frente con la fortaleza
de A Palma, en el vecino municipio de Mugardos, y que junto con el de San Martín, hoy en día en
estado de ruina, y el de San Carlos, se erigen como guardianes de la ría
ferrolana. Las cuatro fortalezas constituyen un espectacular complejo
defensivo.
En el siglo XVI, las buenas
condiciones naturales de la ría y el pequeño puerto pesquero, se consideraron
factores adecuados para la reparación y abrigo de las flotas. Con el fin de asegurar
su protección de los ataques de los corsarios ingleses, Felipe II encargó la
construcción, a la entrada de la ría, de los castillos, asegurando, de esta
forma, no sólo su defensa y la protección de la villa de los ataques de la
flota inglesa, sino el establecimiento en Ferrol de un potente centro militar. Y,
acompañando a las tres fortalezas, varias baterías costeras que transformarían
el paso por estas tranquilas aguas en una trampa para los navíos enemigos.
Me dirijo a las pequeñas y
pintorescas villas de pescadores de A Graña y San Felipe que todavía lucen sus
casas abalconadas y en las que descubro hermosas estampas marineras. El
imponente y amenazador castillo de San Felipe, de excelente cantería, penetra
en la ría ayudando a estrecharla más. Tanto este fuerte como el de A Palma -convertido
en prisión militar después de la Guerra
Civil y hoy fuera de servicio- además de mantener una
posición estratégica en la ría, eran el punto de sujeción de los cabos de una
cadena de hierro submarina que, en caso de peligro, cerraba el acceso a la
bocana.
Es magnífica la vista que nos
ofrece el castillo de San Felipe desde la otra orilla, sobre la fortificación
de A Palma. La fortaleza se integra en el paisaje de tonos verdes, en el macizo
de piedra color sepia que se adentra en las tranquilas aguas. Ya en su interior,
aprecio el trazado geométrico y la arquitectura precisa en las baterías, las
garitas, las caponeras, el hornaveque, el patio de armas que guarecía la vida
cotidiana de los soldados y demás soluciones disuasorias que ayudan a conformar
un alarde de ingeniería militar defensiva. Así parecen manifiestarlo los
siguientes versos populares:
“Castillo de San Felipe
prepara
tu artillería
que
se acercan los ingleses
por
la boca de la Ría ”.
No es extraño que se intente que
ambos castillos sean declarados, por la UNESCO , candidatos a convertirse en Patrimonio de
la Humanidad.
Ferrol natural.
Desde las almenas de San Felipe
observo una perspectiva impresionante de la ría verdeazul que, junto con la
belleza del entorno natural que la rodea, constituye un inigualable recurso
paisajístico que me invita a la contemplación: promontorios redondeados que
perfilan la entrada de la ría; montes de Brión, testigos del triunfo de los
habitantes de esta zona sobre el ejército inglés; sucesión de arenales y de
playas abiertas al mar -la de Doniños con su laguna (la tradición asegura que
bajo sus aguas descansa la aldea de Valverde), la de Ponzos, Covas, Santa Comba
o San Xurxo-; los cabos rocosos de Prioriño y Prior contra los que las salvajes
aguas del Atlántico baten con fuerza; las islas de As Gabeiras y de Santa Comba,
sobre la que se asienta una pequeña ermita; los restos de las murallas del
castro de Lobadiz; o la cumbre y ermita de Chamorro. Todo ello conforma un
conjunto que hacen de esta comarca un espacio privilegiado e inolvidable, un
lugar imprescindible para conocer más a fondo esta hermosa tierra gallega.
Ferrol, Patrimonio de la Humanidad.
En los últimos años, se ha
planteado la necesidad urgente de diseñar un programa de renovación y
revalorización del espacio urbano central de la ciudad que, apoyándose en los
valores que posee, ayude a transformar la imagen poco atractiva que, para
algunas personas desconocedoras de la evolución arquitectónica e histórica de la ciudad, parece proyectar.
De esta forma, a partir del año
2002, se pone en marcha el Área de Rehabilitación de Ferrol Vello y del barrio
de A Magdalena que, junto con la declaración de Área de Rehabilitación integral
de la villa de A Graña en el 2005, emprende la recuperación de la arquitectura
de estos barrios históricos, abandonados y maltratados por intervenciones poco
afortunadas.
Por su interés patrimonial e
histórico, todo el conjunto arquitectónico del Arsenal, además de los castillos
de San Felipe y de A Palma, constituyen, en la actualidad, una candidatura
indiscutible para su declaración como Patrimonio de la Humanidad.
El interés para que Ferrol opte a
esta candidatura se ha convertido en algo prioritario con el fin de afirmar su
autoestima y entrar en los circuitos internacionales y nacionales de turismo
cultural. Su gestión sostenible requerirá conciliar la conservación de su
patrimonio con nuevas perspectivas turísticas dinamizadoras y responsables.
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