miércoles, 25 de abril de 2012

Ferrol, una ciudad por descubrir.

Pescadora, industrial y militar, nació unida al mar, primero como villa marinera y pesquera, más tarde como potencia militar y naval; y, todo ello, gracias a su angosta y apacible ría, y a su puerto natural, al que se accede surcando las aguas vigiladas por sus dos imponentes guardianes: los castillos de San Felipe y de A Palma.

El barrio de A Magdalena, emblema de la ciudad.
Inicio mi recorrido por el barrio de Ferrol Vello que aún mantiene un sabor marcadamente medieval en sus callejuelas y plazas. Los restos de esta humilde villa marinera se conservan frente al muelle de As Curuxeiras y  el visitante los puede apreciar en las estrechas y empedradas calles y en algunas casas marineras con balcones de madera que, todavía, perviven en lo que fue el barrio de pescadores. Resulta agradable el paseo por la zona de su puerto, recientemente recuperada y animada con concurridas terrazas.

Pero Ferrol es, sobre todo, la ciudad de la Ilustración. Su trazado y arquitectura racionalistas son un claro ejemplo del nacimiento de una ciudad en la segunda mitad del siglo XVIII.
Mi visita a esta población implica un paseo obligado por el barrio de A Magdalena, una joya urbanística, declarada conjunto histórico-artístico en 1984, y de los más singulares que podemos encontrar en Galicia.
El rearme naval y la construcción del Arsenal, necesarios para el desarrollo de la flota de guerra española, en la época de la dinastía borbónica, han sido los dos factores que impulsaron el nacimiento de la ciudad. Surgió, así, un Ferrol industrial y militar de primer orden, iniciándose una etapa de gran prosperidad y expansión urbana. 

El levantamiento del astillero implicaba la construcción de un barrio obrero, el de Esteiro, para albergar a los trabajadores de esa factoría naval; y, por otro lado, la construcción del Arsenal conllevaba el nacimiento de su correspondiente barrio de nueva planta, de carácter burgués, el barrio de A Magdalena, que toma el nombre de una ermita que existía en esa zona. En este nuevo asentamiento se alojaban los comerciantes, ingenieros, matemáticos, arquitectos, oficiales y funcionarios de la Marina de la época.
El proyecto de este nuevo barrio responderá a un trazado ortogonal constituido por seis calles longitudinales, paralelas al Arsenal y nueve transversales, todas con un ancho de 10 varas castellanas. En esta cuadrícula de calles perpendiculares y paralelas, tan planificadas, también se trazaron dos amplias plazas regulares –la de Amboaxe y la Plaza de Armas-, dando lugar a un conjunto urbano neoclásico basado en la exactitud matemática y en la simetría, según los dictámenes de la razón, fiel reflejo de la Ilustración.

Al realizar mi recorrido por esta “tableta de chocolate”, compruebo que la pavimentación de las calles todavía se conserva en muchos puntos del barrio y que la perfección de su trazado y su posición central le otorgan al barrio ferrolano de A Magdalena un indudable protagonismo urbano. Descubro que, a lo largo de los restos de su alameda, creada en su momento como espacio de esparcimiento, se levantan algunos de los ejemplos de arquitectura civil y religiosa, demandados en cada época: la Iglesia-Concatedral de San Julián (patrón de la ciudad), de estilo neoclásico;  el mercado; el teatro Jofre, de estilo ecléctico y una de las más significativas construcciones teatrales del siglo XIX; la oficina de Correos, la prisión municipal, convertida, años más tarde, en el edificio del Gobierno Militar y, transformada, hoy en día, en la Fundación Caixa Galicia; sin olvidarme de edificios perfectamente ubicados en otras zonas de este barrio neoclásico como el Parador Nacional de Turismo, en los terrenos del antiguo convento de San Francisco, cuya iglesia contiene un retablo mayor de Ferreiro; el edificio de Capitanía General con sus hermosos jardines de magnolios y estatuas, o  el antiguo Hospital de Caridad, hoy convertido en el centro cultural Torrente Ballester.




A este peculiar trazado, marco privilegiado para admirar las vistosas procesiones de Semana Santa, o para deleitarnos con los cánticos que las rondallas dedican a ensalzar a la mujer ferrolana en la denominada Noite das Pepitas, hay que añadir la estética de sus edificios. Me place admirar los  magníficos modelos de viviendas, con fachadas de cantería y con balcones de hierro forjado, que parecen hechos de encaje, y colocados sobre ménsulas pétreas -como en el edificio de la sede del Ateneo Ferrolano-; o la larga sucesión de galerías del siglo XIX y elegantes miradores acristalados de madera pintados de blanco, algunos con un aire palaciego, tras los cuales transcurrían las vivencias  familiares. Todos estos atractivos elementos otorgan a estas calles rectilíneas, evocadoras de aires de otra época, un carácter de gran uniformidad y belleza. Al contemplar este conjunto arquitectónico, no puedo evitar  recordar un pequeño párrafo de la novela de Xavier Alcalá, ambientada en la época de la Ilustración, “Alén da desventura”: “Amañecía con sol de maio sobre as rúas rectas da Magdalena. Nas casas altas, de boa pedra, mellor madeira e moito vidro, tal vez houbese xente a espertar con grandes ideas, pero o granito brilloso do pavimento non retinía co bater dos zocos que xa animaba as ruelas de Esteiro deixadas atrás. Moito medrara Ferrol….”
Con la entrada en el siglo XX, se van a desarrollar arquitecturas de autor que se manifiestan en edificios singulares de estilo modernista, especialmente de la mano del arquitecto municipal Rodolfo Ucha, y que estarán entre los ejemplos más valorados de este barrio en donde el cemento y el hierro darán a las viviendas un aspecto delicado y muy elegante, siempre integrándose y respetando los anteriores estilos arquitectónicos.
Rodolfo Ucha creará unas llamativas galerías y miradores con decoraciones naturalistas y geométricas, algunos decorados con mascarones que parecen contemplar el paso del tiempo, y que convierten estos edificios en magníficas obras maestras de la arquitectura gallega que todo paseante deberá contemplar. El Hotel Suízo, el Casino, la Casa Romero, la Casa Pereira, la Casa Mariño, el Edificio Correo, o el pabellón de la Pescadería, en el mercado central, son muestras de esta arquitectura de estilo modernista que otorgan una fuerte personalidad al  histórico barrio ferrolano.


  No puedo olvidar, en este paseo por la ciudad de la Ilustración, el modesto barrio de Esteiro  y sus edificios del antiguo hospital militar, hoy  restaurados y convertidos en campus universitario junto con la Biblioteca Universitaria del Patín que, en su día, fue casa de vecinos.

El recorrido por A Magdalena evidencia un proceso singular, surgido en Galicia en el siglo XVIII: el nacimiento de toda una ciudad, en muy pocos años, a partir de la nada, una intervención urbanística completa en donde se consigue fusionar, en el mismo espacio, el trazado racionalista de la época de la Ilustración con los edificios de estilo modernista del siglo XX. El barrio ha llegado hasta nuestros días como una demostración de lo que fue la historia de la arquitectura urbana de los últimos 250 años. La percepción de imagen unitaria que le ofrece al visitante es consecuencia de las distintas ordenanzas municipales que, desde el siglo XVIII, fueron surgiendo para unificar los criterios compositivos de las fachadas. Aunque hay que señalar que, en el año 1961, con el Plan General de Ordenación Urbana, se iniciará un proceso que modificará, gravemente, la imagen del barrio con la construcción de edificios de altura y volumen excesivo.
Con la declaración de Conjunto Histórico, en el año 1984, se abrirá una etapa donde predominará el respeto en las intervenciones de rehabilitación.
       
Ferrol, naval y militar.
El empeño por querer convertir Ferrol en una gran potencia naval y militar conllevó la construcción de un grandioso Arsenal en 1749, dando como resultado una magnífica obra de ingeniería de la época. Cuando me adentro en él, por la Puerta del Dique, de porte neoclásico, descubro que su interior alberga las mejores edificaciones de ese estilo arquitectónico, con un predominio de la horizontalidad y de la racionalidad: el Almacén General, los talleres; la puerta de Fontelonga, único resto que se conserva de las entradas por mar al Arsenal; el edificio de Herrerías en el que se habían instalado las forjas y el taller de fundición y que hoy en día se ha convertido en sala permanente de la Exposición Nacional de la Construcción Naval; la Cortina, una muralla fortificada de más de 500 metros de longitud que emerge del mar y que todavía conserva los cañones que defendían el Arsenal de los ataques marítimos, constituyendo un conjunto de gran plasticidad; el Dique de la Campana, considerado, en su momento, como uno de los más grandes del mundo y que, actualmente, continúa prestando sus servicios a la Armada; y, sobre todo el Cuartel de Instrucción o Sala de Armas, una majestuosa construcción, considerada como uno de los edificios neoclásicos más relevante de Galicia; sin olvidarme de la Biblioteca de la Zona Marítima del Cantábrico con un fondo bibliográfico de más de de 30.000 volúmenes, ni tampoco del Museo Naval, que nos relata, de una manera visual, la historia de la Armada Española y que guarda, entre sus fondos, interesantes muestras cartográficas, restos arqueológicos de barcos hundidos, maquetas de navíos, piezas de armamento, objetos de uso cotidiano…  
“….le mostré la ciudad, “mírala, ahí orillando la ría y trepando por la colina, rodeada de baluartes y de murallas caducas: ése es el arsenal, aquélla la cortina del parque, en otro tiempo defendida por sesenta cañones que siguen allí de adorno; ves la dársena, con los barcos atracados, y el muelle del comercio. Eso es lo que queda cerca y es el centro del mundo….”
                                                   Gonzalo Torrente Ballester. “Dafne y ensueños”
 






   
Ciudad de castillos.  
Continuo este recorrido por el Ferrol monumental y militar con la visita a otro de los emblemas que la identifican: el impresionante castillo de San Felipe que, frente a frente con la fortaleza de A Palma, en el vecino municipio de Mugardos, y que junto con el de San Martín, hoy en día en estado de ruina, y el de San Carlos, se erigen como guardianes de la ría ferrolana. Las cuatro fortalezas constituyen un espectacular complejo defensivo.
En el siglo XVI, las buenas condiciones naturales de la ría y el pequeño puerto pesquero, se consideraron factores adecuados para la reparación y abrigo de las flotas. Con el fin de asegurar su protección de los ataques de los corsarios ingleses, Felipe II encargó la construcción, a la entrada de la ría, de los castillos, asegurando, de esta forma, no sólo su defensa y la protección de la villa de los ataques de la flota inglesa, sino el establecimiento en Ferrol de un potente centro militar. Y, acompañando a las tres fortalezas, varias baterías costeras que transformarían el paso por estas tranquilas aguas en una trampa para los navíos enemigos.
Me dirijo a las pequeñas y pintorescas villas de pescadores de A Graña y San Felipe que todavía lucen sus casas abalconadas y en las que descubro hermosas estampas marineras. El imponente y amenazador castillo de San Felipe, de excelente cantería, penetra en la ría ayudando a estrecharla más. Tanto este fuerte como el de A Palma -convertido en prisión militar después de la Guerra Civil y hoy fuera de servicio- además de mantener una posición estratégica en la ría, eran el punto de sujeción de los cabos de una cadena de hierro submarina que, en caso de peligro, cerraba el acceso a la bocana.


















Es magnífica la vista que nos ofrece el castillo de San Felipe desde la otra orilla, sobre la fortificación de A Palma. La fortaleza se integra en el paisaje de tonos verdes, en el macizo de piedra color sepia que se adentra en las tranquilas aguas. Ya en su interior, aprecio el trazado geométrico y la arquitectura precisa en las baterías, las garitas, las caponeras, el hornaveque, el patio de armas que guarecía la vida cotidiana de los soldados y demás soluciones disuasorias que ayudan a conformar un alarde de ingeniería militar defensiva. Así parecen manifiestarlo los siguientes versos populares:                   
                            “Castillo de San Felipe
                              prepara tu artillería
                             que se acercan los ingleses
                             por la boca de la Ría”.
No es extraño que se intente que ambos castillos sean declarados, por la UNESCO, candidatos a convertirse en Patrimonio de la Humanidad.

Ferrol natural.
Desde las almenas de San Felipe observo una perspectiva impresionante de la ría verdeazul que, junto con la belleza del entorno natural que la rodea, constituye un inigualable recurso paisajístico que me invita a la contemplación: promontorios redondeados que perfilan la entrada de la ría; montes de Brión, testigos del triunfo de los habitantes de esta zona sobre el ejército inglés; sucesión de arenales y de playas abiertas al mar -la de Doniños con su laguna (la tradición asegura que bajo sus aguas descansa la aldea de Valverde), la de Ponzos, Covas, Santa Comba o San Xurxo-; los cabos rocosos de Prioriño y Prior contra los que las salvajes aguas del Atlántico baten con fuerza; las islas de As Gabeiras y de Santa Comba, sobre la que se asienta una pequeña ermita; los restos de las murallas del castro de Lobadiz; o la cumbre y ermita de Chamorro. Todo ello conforma un conjunto que hacen de esta comarca un espacio privilegiado e inolvidable, un lugar imprescindible para conocer más a fondo esta hermosa tierra gallega.














Ferrol, Patrimonio de la Humanidad.
En los últimos años, se ha planteado la necesidad urgente de diseñar un programa de renovación y revalorización del espacio urbano central de la ciudad que, apoyándose en los valores que posee, ayude a transformar la imagen poco atractiva que, para algunas personas desconocedoras de la evolución arquitectónica e histórica de la ciudad, parece proyectar.
De esta forma, a partir del año 2002, se pone en marcha el Área de Rehabilitación de Ferrol Vello y del barrio de A Magdalena que, junto con la declaración de Área de Rehabilitación integral de la villa de A Graña en el 2005, emprende la recuperación de la arquitectura de estos barrios históricos, abandonados y maltratados por intervenciones poco afortunadas.
Por su interés patrimonial e histórico, todo el conjunto arquitectónico del Arsenal, además de los castillos de San Felipe y de A Palma, constituyen, en la actualidad, una candidatura indiscutible para su declaración como Patrimonio de la Humanidad.           
El interés para que Ferrol opte a esta candidatura se ha convertido en algo prioritario con el fin de afirmar su autoestima y entrar en los circuitos internacionales y nacionales de turismo cultural. Su gestión sostenible requerirá conciliar la conservación de su patrimonio con nuevas perspectivas turísticas dinamizadoras y responsables.
 Así doy por finalizada mi ruta por Ferrol, ciudad que sufrió siempre los vaivenes y las vicisitudes de la economía y de la política estatal, viviendo etapas de decadencia y etapas de renacimiento. Para recorrerla, primero debemos superar los tópicos acomodados que la consideran como una ciudad austera, gris y nada vistosa.




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