martes, 8 de mayo de 2012

Pontedeume, la legendaria villa de los Andrade (II)

Sus señas de identidad.
Continuando con el reportaje sobre Pontedeume, inicio esta segunda parte en la que intentaré reflejar sus símbolos arquitectónicos más característicos, puesto que no sólo su viejo puente -sobre el que hice referencia en la primera parte de este trabajo- se ha convertido en el emblema de esta población, también los restos de sus castillos –el torreón de los Andrade y la fortaleza de Nogueirosa- se erigen en verdaderos símbolos representativos de la villa eumesa.

El primero de ellos, el hermoso Torreón de los Andrade,  se levanta en el mismo corazón de la villa, contemplando el mar. Mandado construir por Fernán Pérez de Andrade, se trata de una de las pocas torres góticas, de carácter defensivo, que tenemos en Galicia y que, además, fue testigo de las famosas revueltas irmandiñas. Es el último vestigio que queda del “Pazo do Conde” que se extendía por lo que hoy es el mercado de la villa y la plaza del Conde. Esta espléndida y bien conservada torre del homenaje, de planta cuadrada, con preciosos ventanales de estilo gótico, posee un magnífico escudo de la poderosa casa de los Andrade y Lemos procedente del palacio desaparecido. En él se representan las dieciocho banderas ganadas por Fernando de Andrade a los franceses en la batalla de Seminara en los inicios del siglo XVI. La corona del linaje de los Andrade y un ángel que sostiene una cartela en donde se lee “Nolite nocere” (no hagáis daño) son elementos que terminan de completar esta admirable pieza labrada en granito.


Parece que el palacio fortaleza fue residencia y centro administrativo de la poderosa dinastía gallega de los Andrade. Aquella magnífica construcción, de factura arquitectónica gótica civil fue destruida, lamentablemente, en los años 30 del siglo pasado, por la irresponsabilidad de las instituciones de la época, a pesar de haber sido declarado Monumento Histórico Artístico. No es necesario comentar la barbaridad que se cometió con su derribo. Del edificio sólo nos ha quedado, pues, para el recuerdo, este poderoso y sólido torreón de unos veinte metros de altura que ha sido recuperado para funciones culturales y que alberga la oficina de turismo y el Centro de Interpretación de los Andrade.

A escasos kilómetros de la villa, Fernán Pérez de Andrade mandó erigir en la parroquia de San Cosme de Nogueirosa, sobre una orografía rocosa, concretamente en la denominada Pena Leboreira, a unos 300 metros de altura y en tierras del monasterio de Sobrado dos Monxes, una fortaleza inexpugnable: el esbelto castillo de Nogueirosa, testigo, también, del levantamiento irmandiño, y conocido como el castillo de los Andrade o “castelo da fame”.

Tras las tareas de refuerzo y de mantenimiento de sus restos, este puesto de vigilancia, que parece querer tocar con sus nobles y viejas piedras el mismísimo cielo, se mantiene en pie, dando una soberbia imagen de triunfo y gallardía, dominando los antiguos territorios de los Andrade, un paisaje amplio, natural, impresionante e indómito sobre la desembocadura del Eume, en donde la combinación de tierra, mar  y río alcanza la perfección formando una  conjunción variada de tonos cromáticos azules y verdes que varían dependiendo del momento del día.

Y como las leyendas populares no pueden faltar en la historia de muchas de nuestras fortalezas, ésta no podía quedarse sin un pasadizo secreto que, naciendo en algún lugar no muy alejado, conduciría hasta el palacio de los condes en el mismo Pontedeume; o bien el relato que cuenta  la romántica historia de amor de una pareja de amantes que, por los celos de un alcalde, fueron condenados a morir de hambre en los calabozos del castillo. De ahí procede el nombre de “castelo da fame”. Hasta no hace mucho tiempo, todavía había algún campesino que, al pasar ante los restos de esta pequeña fortificación, todo un símbolo del poder feudal, se santiguaba, al mismo tiempo que murmuraba “Que Deus teña na gloria os que morreron no castelo da fame”.



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