Entro en la provincia de A Coruña
para recorrer las torres levantadas a lo largo de esta parte de la fachada
abierta al Atlántico, empezando por el Faro decimonónico situado en Estaca de Bares, en
el municipio de Mañón, en pleno centro de las Rías Altas, entre la de O
Barqueiro y la de Ortigueira.
La punta de Bares, un colosal promontorio rocoso,
ha sido una de las referencias más utilizadas, a lo largo de los siglos, por
los barcos que surcaban este litoral, en donde el Cantábrico y el Atlántico
unen sus aguas.
Por ser una de las puntas más salientes y más elevadas, se
decide, a partir del Plan de Alumbrado Marítimo de 1847, construir un faro de
primer orden de fuste troncocónico en el lugar más prominente de este cabo, el
más septentrional del litoral gallego, cerca del pueblo de Bares -que todavía
conserva algunos escasos restos de su antiguo puerto fenicio- y a siete
kilómetros del pintoresco y tranquilo pueblo de O Barqueiro -una preciosa estampa
de blancas casas apiñadas que suben por la ladera al borde mismo del mar-.
El proyecto de este faro, el
primero en encenderse, fue dirigido por el ingeniero Celedonio de Uribe,
convirtiéndose en un ejemplo de racionalidad con la construcción de una torre
octogonal de sillería, encajada en la fachada posterior del edificio
rectangular de los torreros. Ya en el siglo XX, se realizó una ampliación del
edificio, levantando nuevas viviendas. Su tipología sirvió de modelo para
futuros proyectos de faros del litoral gallego.
En las proximidades, todavía
podemos contemplar las ruinas de una estación norteamericana de control aéreo,
un pequeño observatorio de aves y los restos de molinos tradicionales que se
distribuyen ladera abajo hasta el mar mientras comparten un pequeño arroyo.
Cuando se habla de Estaca de
Bares es primordial mencionar su Semáforo que disponía de un sistema de izado
en donde se colocaban banderas o señales para guiar a las embarcaciones. En el
lugar en el que, según la leyenda y las tradiciones, se encendían los fuegos
para orientar a los navegantes de esta agua, y a unos dos kilómetros del faro,
se erige el Semáforo de Bares que mira orgulloso a la isla Coelleira.
La construcción se distribuye en
diversos cuerpos que culminan en una
torre de observación de forma hexagonal, realizada en sillería. En una pequeña
plazoleta, se erguía el mástil para las señales. Una vez que dejó de
utilizarse, el edificio del semáforo cayó en desuso y fue abandonado, hasta
que, hace muy pocos años, se recuperó para darle nuevas utilidades, pasando a
convertirse en un establecimiento de hostelería, desde el que poder contemplar
el mar en toda su inmensidad.
Siguiendo la ruta hacia el oeste
de la ría de Ortigueira, por una empinada carretera que sube paralela al mar,
desde la villa marinera de Cariño, llego al cabo de Ortegal, otro punto de
referencia visual ineludible. Este abrupto paraje, constituido por los altos e
impresionantes acantilados de la serra de A Capelada –considerados los
más altos de Europa- y los temidos Aguillóns
-unos imponentes y peligrosos peñascos
que emergen del mar y que sufren los continuos embates de las aguas- es el
escenario en donde se emplaza el solitario faro de Ortegal, uno de los más modernos de
Galicia, cuyo proyecto se redactó en el año 1982, para señalar la entrada a la
ría de Ortigueira.
La sencillez implantada en los
modelos de faros lo convirtió en una simple torre cilíndrica construida en
hormigón, con dos balconcillos volados, y pintada con amplias franjas rojas y
blancas para procurar una mayor visibilidad a los buques que recorren estas
gélidas aguas. Una pequeña explanada, abierta al mar, lo rodea sirviendo de
magnífico mirador para contemplar los respetables cantiles y los magníficos y
amenazadores Aguillóns.
Me dirijo desde cabo Ortegal
hasta el municipio de Cedeira. Allí me aguarda punta Candieira, a unos ocho
kilómetros de esta villa marinera con encanto, siguiendo una tortuosa carretera
de fuerte descenso hasta finalizar el recorrido al borde mismo de los abruptos
acantilados sobre los que se levanta el faro de punta Candieira, cuyo nombre tan
evocador parece rememorar el establecimiento, en tiempos pasados, de una luz
que señalase estos parajes.
Se trata de unos admirables promontorios rocosos,
cortados en vertical, que enlazan con las magníficas alturas de A Serra da Capelada, y que fueron
referente importante para los marinos,
cuyo avistamiento les advertía de la peligrosa presencia que suponía para ellos
la cercanía de estas abruptas paredes. A mediados del siglo XX, se tomó la
determinación de construir su faro de sección hexagonal, uno de los últimos en
levantarse en Galicia, y que se adosa a la fachada marina del edificio de los
torreros.
Siendo el puerto de la villa de
Cedeira un refugio adecuado para los barcos, en caso de peligrosos temporales,
se decidió erigir otro faro, de sexto orden, en lo alto de la punta de Robaleira, diametralmente
opuesto al de Candieira, para iluminar la entrada a ese fondeadero. Se trata
del Faro de
Cedeira, un pequeño edificio rectangular, también con una torre
hexagonal adosada en su fachada trasera. Pero con la puesta en marcha de la luz
de Candieira, la de Cedeira, levantada en el año 1862, quedó abandonada lo que
conllevó su deterioro; aunque recientemente se han efectuado labores para su
recuperación y automatización.
A medio camino entre la población
de Cedeira y la ciudad de Ferrol, es imprescindible hacer una parada en el
municipio de Valdoviño. Allí me espera una estampa difícil de olvidar:
magníficos y salvajes arenales con playas solitarias de gran belleza, pequeñas
y abrigadas calas que se intercalan por toda la costa valdoviñesa, además de su
laguna, un humedal de importante riqueza.
Desde la carretera, ya se contempla el perfil inconfundible de su torre,
una de las más modernas que se han edificado en los últimos años.
El proyecto del levantamiento del
faro de A
Frouxeira –que así se denomina esta luz- fue elegido dentro de un
concurso de ideas, convocado por la Dirección General de Costas en los años 90
del siglo XX, con el objetivo de completar el litoral español con nuevas torres
luminosas. Aquí, en el cabo de A Frouxeira, rodeado de acantilados, se optó por
una solución vanguardista, que contrasta con el medio natural en el que se
ubica. Aquitectónicamente, es un formato prismático en donde se han
simplificado sus elementos.
Bajo su planta se extienden
varios túneles militares que nos conducen hasta las baterías emplazadas al
borde mismo de los cantiles y que se utilizaron, durante el siglo XX, como
puestos de vigilancia y defensa de esta costa.
Al contemplar la belleza salvaje
de todo este espacio natural, no es extraño que el director de cine Roman
Polansky eligiese el cabo de A Frouxeira y los alrededores del faro para rodar
“La muerte y la doncella”.
Ya en el municipio de Ferrol,
también entre antiguas baterías e instalaciones militares, se levantaron, en el
siglo XIX, el solitario faro de Prior -destinado a señalizar por el
norte el golfo Ártabro- y el faro de Prioriño -a la entrada de la ría
ferrolana, cuya principal misión era la de orientar los buques de la Armada
hacia su arsenal-. Desde este abrupto paraje, y siempre en días de buena
visibilidad, podemos llegar a observar, hacia el sur, la milenaria Torre de
Hércules.
Cabo Prior |
Faro de cabo Prior |
Cabo y faro de Prioriño |
Con el Faro decimonónico del castillo de A Palma,
ubicado a escasos metros de esta fortaleza, perteneciente al municipio de
Mugardos, se completan las señales luminosas del entorno ferrolano.
Me dirijo hacia la ciudad de A
Coruña, dejando a mi paso, en Oleiros, los dos faros independientes de Mera -de
principios del siglo XX, y que siguen funcionando sin apenas cambios- y el faro de
Oza que, aunque empezó a
iluminar la ría coruñesa en el año 1917, a mediados del siglo XX se suprimió su
servicio quedando el edificio abandonado, hasta que, recientemente, y gracias a
un proyecto de rehabilitación, fue recuperado por la Autoridad Portuaria de A
Coruña cediéndolo como sede a la Asociación Cultural Armada Invencible.
Cualquiera que se acerque a la
ciudad herculina, no debería dejar de visitar el castillo de San Antón,
construcción militar situada en un islote, a la entrada de la bahía, y
edificado en el siglo XVI para reforzar su defensa.
Esta fortificación fue un
importante baluarte durante el ataque del pirata Francis Drake. Después de ser
casa del gobernador y prisión civil y militar, se añadió a este castillo,
durante la centuria decimonónica, una nueva función al establecerse, en su
parte superior, una luz de pequeño orden.
El interés que ha motivado el
levantamiento del sencillo faro radica en la utilización del hierro como
material constructivo, convirtiéndose en el primer faro español realizado con
ese metal. Con la llegada de la automatización de estas luces, se derribó la
antigua edificación de hierro, aprovechando la estructura de la torre
hexagonal, recubriéndola de sillería, y conservando la linterna original.
En la actualidad el castillo de
San Antón, junto con la Torre de Hércules, son dos puntos importantes de
interés cultural e histórico. El Castillo alberga el Museo Arqueológico de A
Coruña, que ofrece a todo visitante un recorrido por la prehistoria, y las
culturas castrexa y romana de la ciudad, mientras que la Torre de Hércules tiene el
privilegio de ser el faro romano más antiguo del mundo en funcionamiento. La
historia sobre esta magnífica y ancestral luz la postergo para un próximo
reportaje en este blog cuya protagonista será esta legendaria torre.
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